*Por Ricardo Endevini
Con pocas y notables
excepciones vemos que los integrantes de los distintos poderes institucionales
que gobiernan tienen, cuando menos, una notable elasticidad
en cuanto a moral pública. Es como si no fuera con ellos. Empezando por el
nuevo rey, que no ha dicho una palabra, más que vacuas generalidades, sobre
corrupción, privilegios, ilegalidad o inmoralidad.
No son sólo los corruptos, sino los que por conveniencias políticas o comodidad personal consienten o cierran los ojos ante los casos de corrupción. Con la excusa de la presunción de inocencia, la prescripción (como si el hecho de haber pasado el tiempo legal hiciera que un delito no fuera igualmente repudiable y condenable), la opacidad que deliberadamente encubre el límite entre responsabilidad penal y política. Se extiende, hasta dar nauseas, la ausencia de controles sobre gobernantes, legisladores y jueces.
Es pueril el argumento, que será objeto de otro comentario, de que en nuestra democracia cada tantos años los ciudadanos, con su voto, pueden cambiar este estado de cosas; la realidad es que el sistema económico-político vivido en los últimos años ha favorecido especialmente la aparición de empresarios que sobornan y evaden impuestos, de funcionarios que se dejan sobornar y, por interés personal o ideología, atentan contra el interés público; informadores (no periodistas) que mienten, ocultan información o la exponen de forma torticera, jueces que sirven a intereses partidistas o económicos, policías que se exceden en sus atribuciones o directamente corruptos, gobernantes que ponen sus intereses por encima de la responsabilidad de sus cargos, legisladores que se aprovechan para lucrar a costa del dinero público, controladores que no controlan, etc.
No olvidemos que el vigente marco legal, deliberadamente o por negligencia, no da respuesta a las necesidades de la gente; por el contrario, este marco facilita, tolera y hasta protege la impunidad de los males anteriores.
No es fácil cambiar
este estado de cosas; sin embargo, es necesario si queremos recuperar una vida
digna. Lo mejor es empezar por nosotros mismos, nuestras organizaciones y
representantes.
Para empezar, hay
que prescindir de la confianza: no debemos esperar que nuestros dirigentes,
postulantes y cargos obren bien, debemos aspirar a que no puedan obrar
mal y que sus sucesores, de la misma manera, estén sujetos a la falta de
impunidad.
Propongo algunas
medidas para este fin, siendo consciente de que lo fundamental es la
participación de todas las personas que así lo quieran en los asuntos públicos
y de que la información debe ser abierta y compartida.
1.
Rendición de
cuentas en Asambleas públicas.
Por lo menos una vez
al mes los dirigentes, cargos, responsables, etc. deben responder preguntas,
dar explicaciones y someterse a control popular en asambleas abiertas que ellos
mismos deben convocar, en horarios y sitios accesibles para cualquiera. Si
algún mes no pueden, deben explicar por qué y fijar nueva fecha de convocatoria.
2.
Inmediata
revocación de los mandatos.
Todos los
dirigentes, cargos, responsables pueden ser inmediatamente revocados, por mayoría simple, por quienes los han elegido;
en el caso de aquellas personas que ocupen un puesto institucional, no se puede
derogar el mandato, pero sí dejar claro que de quien se trata no representa al
órgano que originalmente lo propuso.
3.
Salarios e
ingresos.
El sueldo de
cualquier responsable político no puede exceder del triple del salario mínimo
interprofesional. En el caso de los cargos públicos, los excedentes irán
a un fondo y serán los organismos competentes en el manejo de las finanzas
quienes libremente decidirán cómo y para qué fines deben usarse.
Estos aportes no
pretenden dar por concluido, ni mucho menos, un proceso de organización que
será largo. Pretendo señalar un criterio que debe, a mi juicio, señalar el
camino.
Ni confianza ni
desconfianza, sino participación y control.
*Ricardo
Endevini es simpatizante de Podemos (por falta de tiempo no puede implicarse
más en el proyecto, aunque le gustaría). Su militancia política viene de muy
atrás, empezando por sus años como líder sindical y opositor en la
clandestinidad a la dictadura de Rafael Videla en Argentina, su país de origen.
Ya en España, donde reside desde hace más de dos décadas, Endevini fue un
activo militante de la Liga Comunista Revolucionaria hasta su refundación.
Este es el primero de una serie de artículos en los que el Autor tratará diversos temas más concretos y actuales.
Este es el primero de una serie de artículos en los que el Autor tratará diversos temas más concretos y actuales.
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