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domingo, 30 de noviembre de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. VII Parte

Ruinas de la antigua Persépolis


Nuevo mes, nueva entrega. La última de la historia. Sí amigos/as, aquí tenéis la séptima y última parte de mi práctica sobre la Anábasis de Alejandro Magno.

Espero que os haya resultado interesante o, cuanto menos, que os haya sido de utilidad para todos aquellos que tengáis que hacer un trabajo sobre Historia Antigua.

En lo sucesivo, iré publicando aquí otros pasajes de la Historia que sean de vuestro interés (y que no será necesariamente Historia Antigua, por supuesto).



LIBRO III (Final)

En su camino hacia Persépolis, fue derrotando a todos los contingentes de Darío que le asaltaban al paso. Pasó por ciudades como Media y Ecbatana.

Llegó a oídos de Alejandro que Beso, un sátrapa y hombre de Darío, había apresado a este junto con unos pocos soldados más. Beso le había arrebatado también a Darío el mando supremo de su ejército. Quienes tenían retenido a Darío tomaron la siguiente determinación: si Alejandro se empeñaba en seguir capturando al Rey persa, éstos lo herirían y lo abandonarían a su suerte, de lo contrario, si Alejandro desistía de su persecución, tratarían de reunir más efectivos para enfrentarse a él.

Alejandro, al enterarse de esto, quiso más que nunca capturar a Darío y a eso se dispuso. Mas cuando por fin llegó, encontró al Rey muerto y abandonado. Tras esto, Alejandro se erigió como Rey de Persia, casándose con una de sus hijas, Farsine (también llamada Estatira).

Reagrupó Alejandro a todos sus efectivos y juntos pusieron rumbo a Hircania. Muchos sátrapas fieles a Darío, como Artábazo, se unieron ahora a Alejandro.

Alejandro llegó a Zadracarta, capital de Hircania, y confirmó como sátrapa de allí al persa Satibarzanes. Fue allí donde le llegó la noticia de que Beso, que se encontraba en Bactria, se había autoproclamado Rey de toda el Asia y ahora se hacia llamar Artajerjes.

Fue entonces cuando Alejandro recibió la noticia de que un nuevo complot se estaba tramando contra él. Pero esta vez no era un cualquiera, sino Filotas, el hijo de Parmenión, el más fiel aliado de Alejandro, quien encabezaba el asunto. Entonces fue Filotas ajusticiado y, muy a pesar de Alejandro, hubo de serlo también Parmenión, pues Alejandro estaba seguro de que Filotas no pudo haber tramado todo esto sin conocimiento de su padre.

Continuó Alejandro su camino y llegó hasta el Cáucaso, donde fundó otra nueva Alejandría. Beso, al saber que Alejandro se hallaba ya cerca, cruzó el río Oxo, quemando sus barcos tras de sí, y huyó a Nautaca, ciudad de la región de Sogdiana.

Alcanzó por fin Alejandro a Beso, que fue apresado y juzgado, desnudo (pues, para los antiguos, ser contemplado de esta guisa era una de las mayores vejaciones que una persona podía sufrir, incluso un hombre). Tras el juicio, Beso fue muerto. Alejandro se apoderó entonces, no sin dificultad, pues había sido herido en el peroné, de toda la Bactria y Maracanda.

viernes, 31 de octubre de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. VI Parte

Relieve de Alejandro a lomos de Bucéfalo en la batalla de Iso


Como cada mes, aquí tenéis la sexta entrega de las aventuras del famoso caudillo macedonio. Como dije la última vez, empezamos con el tercer y último libro de la práctica.


Aprovecho el tema sobre el que versan estas entradas, Historia Antigua Universal, para daos a conocer otro blog muy interesante sobre el mismo: Las habilidades de Atenea, es muy entretenido. Habla sobre mitos e historias clásicas de forma tan amena que hace que trasciendan de lo clásico a lo actual. En él encontraréis, además, muchas curiosidades sobre algunos de los episodios más populares de nuestra Historia Universal.


Aprovecho, también, para manifestar a su administradora, Eva, toda mi admiración, amistad y apoyo. ¡Sigue así, guapa!






LIBRO III

Tras la batalla de Iso se dirigió Alejandro hacia Egipto, donde el sátrapa de la región, el persa Mazaques, al enterarse de la derrota del Rey Darío en la mencionada batalla, acogió a Alejandro amistosamente en sus ciudades.

Llegó Alejandro a la ribera del lago Mareotis, en Menfis, donde fundó la célebre ciudad de Alejandría. Así mismo, instituyó unos certámenes musicales y deportivos y rindió culto a los dioses griegos y egipcios. Arriano cuenta aquí entonces la famosa leyenda que circula en torno a la ciudad: y es que cuando quisieron marcar las fronteras de la misma, no tenían con qué hacerlo. Entonces a Alejandro se le ocurrió hacerlo con harina, pero en esto llegaron unos pájaros y la picotearon toda. Aristandro, el adivino de más confianza de cuantos disponía Alejandro, vaticinó que este hecho suponía que Alejandría sería un día el granero del mundo.

Le llegaron entonces a Alejandro noticias de que una revuelta antimacedonia en Quíos había sido sofocada.

Tiempo después, todavía en Egipto, sintió Alejandro un vivo deseo de visitar el templo de Amón, pues se consideraba descendiente suyo y de Heracles y Perseo. Cuenta Arriano que en el camino fue guiado por unos cuervos y unas serpientes, que eran una manifestación de los dioses, y que al llegar al templo de Amón, se dice que Alejandro oyó todo cuanto deseaba. Así Alejandro regresó a Menfis.

Después de recibir a las legaciones de varias ciudades griegas, Alejandro dispuso la organización administrativa de Egipto, cuyo gobierno quedó dividido entre algunos de sus hombres de confianza y no de uno sólo.

El próximo destino de Alejandro es de nuevo Fenicia. En el camino, tras apresar a numerosos de Darío, supo Alejandro que el Gran Rey se encontraba apostado a orillas del Tigris, dispuesto a impedirle el paso. Mas, a su llegada, no encontró Alejandro a su enemigo, por lo que pudo cruzarlo sin apenas problemas. No obstante, al cuarto día después de la travesía, varios espías de Alejandro le previnieron que Darío se encontraba cerca, con un ejército mucho mayor que el de la batalla de Iso. Así también Alejandro preparó, dispuso y organizó su enorme ejército para la batalla.

En plena batalla, el ejército de Alejandro se mostró tácticamente superior a los de Darío. Tanto así que éste acabó huyendo de nuevo. Alejandro, tras estabilizar la situación en el frente, volvió a perseguir al Gran Rey. En esta ocasión tampoco lo atrapó, mas se hizo con su tesoro y su carro. Las bajas de Alejandro alcanzó el centenar, mientras que las de los persas se contaron por miles (aunque las cifras siempre son discutibles). Termina así una de las más grandes batallas de la Antigüedad: la batalla de Gaugamela.

Marcho entonces Alejandro hacia Babilonia. Unos mil efectivos más, provenientes del ejército persa, se habían unido a su bando. A su llegada, los babilonios le entregaron la ciudad y le colmaron de regalos. Tocaba ahora la ciudad de Susa, con la que Alejandro tuvo la misma suerte. Alejandro distribuyó los cargos de la ciudad entre persas y Compañeros y reorganizó su ejército para marchar de nuevo contra los persas y contra Darío.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. V Parte

Asedio de Tiro. Por André Castaigne


Como dice la canción, he despertado antes de que terminara septiembre y aquí tenéis una nueva entrega de la Anábasis. Con ella finaliza el Libro II. El próximo mes comenzaremos con el tercero y último libro de esta práctica (pues recordad que esta obra original de Arriano consta de 6 tomos, pero yo sólo he trabajado con los tres primeros).


Para los curiosos, os aconsejo que cliquéis en el enlace que veréis según vayáis leyendo. Contiene mucha y muy curiosa información




Anábasis de Alejandro Magno


A los pocos días recibió Alejandro emisarios persas que le entregaron una carta de Darío. En ella se dirigía a Alejandro como un igual, como rey, y le ofreció su alianza y la mitad de sus territorios a cambio de su madre, su esposa y sus hijos. Alejandro contestó que para qué iba a conformarse con una parte del territorio si podía tenerlo entero, que si se consideraba rey que luchara por su familia y su reino y que, de no actuar así, lo considerara ya el rey de toda Asia.

Prosiguió Alejandro su avance hacia la ciudad de Biblos, que le fue entregada mediante un acuerdo. Continuó hasta la ciudad de Tiro. De camino hacia allí, se cruzó Alejandro con embajadores tirios que, en un principio, acordaron entregarle la ciudad, mas, parece ser, luego cambiaron de opinión, lo cual irritó en demasía a Alejandro y no dudó en tomarla por la fuerza.

Tuvo que convencer Alejandro a sus Compañeros sobre la gran importancia de la toma de Tiro. Les dijo que si dominaban Tiro el resto de Asia ya no se les resistiría. Convencidos los Compañeros, pusieron rumbo hacia la ciudad.

A su llegada comenzó el asedio. Fue largo y complicado, duró más de 7 meses, pues los tirios lucharon con sudor y valentía, aunque terminaron por ser diezmados por las tropas macedonias. Alejandro, irritado por lo costoso de la victoria, masacró y esclavizó a toda la población de la ciudad.

Tras la toma de Tiro se dirigió Alejandro a la ciudad de Gaza, cuya conquista fue de características similares a la de Tiro. La mañana antes del asedio, despertó Alejandro y un pájaro carroñero se posó sobre su cabeza. Alejandro, al contarle este hecho al adivino Aristrandro, éste interpretó que la ciudad sería tomada con éxito, pero que Alejandro debía andarse con tiento, porque es probable que algo le ocurriera. Y así sucedió: tras un angosto asedio, Gaza fue tomada y Alejandro resultó de nuevo herido.

sábado, 2 de agosto de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. IV Parte


Alejandro cortando el nudo gordiano, obra de Jean-Simon Berthélemy



¡Hola de nuevo!


En el último artículo (justo debajo de éste) dije que antes de septiembre escribiría uno nuevo. Pues bien, aquí está: la cuarta entrega de la Anábasis de Alejandro Magno.

Pero, además, tengo pensado escribir otro artículo este mismo mes. Estad antentos.

He de decir, en mi defensa, que esta "vagancia" que me ha entrado de repente sólo durará hasta que empiece el curso. Por cierto, ¡Segundo de Carrera ya! jejeje. Entonces volveré a escribir con regularidad. La próxima entrega será probablemente a comienzos de septiembre como muy tarde.



Bueno, os dejo con la historia. Empezamos con el Libro II.


Sigue desde [...] Así, el de Aérope fue llevado ante el caudillo macedonio y puesto bajo arresto.

Tras Hiparna, Alejandro conquistó la Frigia y se dirigió hacia Gordio.


LIBRO II

Una vez Alejandro en Gordio, fue hasta el gran palacio del mismo y de su hijo Midas, para ver su carro y el nudo del yugo que rodeaba a este, pues corría una leyenda que decía que quien fuera capaz de deshacer semejante nudo sería rey de toda el Asia.

Alejandro se dispuso a ello, pero el nudo era terriblemente enrevesado, de tal manera que no titubeó el caudillo macedonio y directamente cogió su espada y lo cortó. Además, aquella noche cayó una atronadora tormenta, como señal de algo divino. De modo que Alejandro ofreció al día siguiente una serie de sacrificios a los dioses.

Estando Alejandro en Gordio le llegaron noticias de que Arsames pretendía conservar la ciudad de Tarso para los persas, así que Alejandro puso rumbo hacia allí dispuesto a impedírselo. En ello estaba el caudillo macedonio cuando de pronto le sobrevinieron unas terribles fiebres que le hicieron caer muy enfermo. Los médicos pensaron que no sobreviviría, menos uno de ellos, Filipo, que discrepaba del diagnóstico. Le dijo a Alejandro que él podía curarle mediante un brebaje. Alejandro aceptó, pero justo antes de tomarse el purgante le fue entregada una nota de Parmenión que decía que se cuidara de Filipo, pues se contaba que había sido comprado por Darío para asesinarlo. Aún así, Alejandro bebió y sanó, demostrándose así cuáles eran las verdaderas intenciones del médico.

De camino hacia Tarso pasó Alejandro por la ciudad de Solos, harto complicada de conquistar, pues sus habitantes eran aliados de los persas. Al ser vencidos, Alejandro les impuso una multa de doscientos talentos de plata por haberse resistido. Conquistada Solos, Alejandro realizó una ofrenda a Asclepio y continuó su camino hacia Tarso.

Entre tanto a Darío le llegaron informaciones sobre la situación de su adversario y quiso correr a su encuentro. Pero un consejero suyo, Amintas, le recomendó que fuera prudente y que esperara, que Alejandro vendría solo. Darío no hizo ningún caso, puesto que tenía muy claro que lo que quería era ir a por Alejandro cuanto antes, ya que pensaba que el macedonio no se atrevería a enfrentarse a él. Con este pensamiento puso el Gran Rey rumbo hacia la ciudad de Iso.

Mientras Darío tomaba Iso, Alejandro recibió la noticia de que el monarca persa se encontraba en su retaguardia dispuesto a enfrentarse a él. Así las cosas, Alejandro concentró a sus tropas y las preparó para la batalla, con una gran arenga incluida.

Llegó el momento. Los ejércitos persa y macedonio se encontraron frente a frente. La batalla fue cruenta, con resultado favorable para Alejandro. Aunque el macedonio resultó herido en una pierna, las bajas macedonias se contaban por decenas; las persas, por miles. Darío terminó huyendo despavorido del campo de batalla al temer por su vida. No obstante, su carro y sus tesoros fueron capturados por los hombres de Alejandro, así como su madre, su esposa y sus hijos. Él, lejos de ser tratarlos como prisioneros, les dio honores reales.

martes, 15 de julio de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. III Parte

Estatua de la diosa Atenea. Copia romana del original griego. (Museo del Louvre)


Siento mucho no respetar, o mejor dicho, pasar olímpicamente, de las fechas de publicación sobre la Anábasis que os he ido dando. Dado que no he recibido queja alguna he de suponer que me perdonáis por mis retrasos o que este blog lo leen cuatro gatos, cosa que es más plausible... Pero aunque sean cuatro gatos, son ¡cuatro gatos fieles!

En cualquier caso, yo no decaigo en mi empeño de escribir, porque sé que mi voz alguna vez será escuchada...


Bueno, sin más divagaciones, aquí os dejo con la tercera entrega de la obra de Arriano...


Anábasis de Alejandro Magno


Sigue desde: [...] los mercenarios griegos que habían luchado contra él en el bando persa.

Como ofrenda a Atenea, la diosa protectora de Atenas, envió Alejandro a la ciudad 300 armaduras persas completas.

Alejandro nombró sátrapa de la región a Calas y ordenó que todos los atributos que antes se destinaban a Darío ahora se le rindieran a él. De igual manera eximió de inculpación a los habitantes de Celía, pues supo que habían combatido en su contra obligados por los persas.

Los habitantes de Sardes entregaron a Alejandro su ciudad sin contemplaciones.

Acampó después Alejandro a orillas del río Hemo y tomó bajo su tutela a Miltrene, una ciudad próxima, permitiéndoles seguir rigiéndose bajo sus propias leyes.

Cayó de pronto un gran aguacero, señal que Alejandro interpretó como que era allí, en Éfeso, lugar donde se encontraba ahora, donde debía construir un templo a Zeus Olímpico. Y así lo hizo.

Una vez conquistado Éfeso, Alejandro disolvió el régimen oligárquico persa y restauró la democracia. Tras verse libres del yugo oligárquico, los efesios comenzaron a degollar a los opresores persas. Alejandro dio fin al baño de sangre y puso paz entre las dos facciones, razón por la cual el macedonio comenzó a granjearse buena fama entre la gente.

Posteriormente, las ciudades de Magensia y Trales también le fueron entregadas a Alejandro sin ningún esfuerzo.

Dejó Alejandro Éfeso y se dirigió hacia Mileto. La flota de Alejandro, comandada por Nicanor, arribó a las costas milesias un poco antes que la persa. Parmenión aconsejó a Alejandro presentar batalla inmediata, puesto que, según decía, había recibido un augurio que pronosticaba la más que probable victoria de los macedonios. Pero tampoco esta vez Alejandro hizo caso a su Compañero y no presentó batalla por mar sino por tierra.

En pleno asedio de Mileto, Glaucipo, uno de los ciudadanos de mayor importancia de la ciudad, fue a ver a Alejandro y le dijo que los milesios dejarían entrar en su ciudad a macedonios y persas con tal que el caudillo Mardonio levantara su asedio sobre Mileto. Pero Alejandro contestó que no, que tomaría Mileto tras asediarlo. Y así lo hizo.

Más tarde los persas trataron de entrar en Mileto, ya tomada por las tropas de Alejandro, pero fueron rechazadas por las mismas. Aunque los persas intentaron un ataque fugaz contra la flota macedonia, mas Alejandro fue más rápido y la disolvió a tiempo.

Se dirigió entonces Alejandro hacia Licia y Panfilia, tomando por el camino la fortaleza de Hiparna.

Le llegó entonces la noticia de que otro Alejandro, uno de los Compañeros, hijo de Aérope, tramaba una conjura contra él. Así el de Aérope fue llevado ante el caudillo macedonio y puesto bajo arresto.




A estas alturas no os voy a dar una fecha exacta de la publicación de la siguiente, mas os aseguro que será antes del mes de septiembre, porque yo siempre escribo, al menos, un artículo por mes ahora en verano.


¡Feliz verano para todos!

sábado, 7 de junio de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. II Parte

Aquiles y Patroclo, según una cerámica griega


Anábasis de Alejandro Magno


LIBRO I


Por razones que algunos ya conocéis o ya habreís intuido, como el nacimiento de mi querido sobri y algunas otras cosas más, me ha sido imposible publicar otra entrega de la Anábasis de Alejandro Magno en la fecha que tenía prevista y que os dije unos artículos más abajo.

Pero la espera ha terminado. Aquí tenéis la segunda entrega de mi práctica sobre esta obra de Arriano. Con anotaciones propias al pié, como siempre.



Sigue desde: [...] los acusó también de tener su parte de responsabilidad en la sublevación de Tebas. No obstante, Alejandro, siempre haciendo gala de su carácter compasivo, los perdonó. Pues no era propio de Alejandro ser rencoroso con sus enemigos. Aunque no siempre actuó de tal forma.

Tras este episodio, regresó Alejandro a Macedonia y realizó un sacrifico a Zeus Olímpico. Se divulgó por entonces que la estatua del héroe Orfeo sudaba incesantemente. De esto le dijeron los poetas, entre ellos Telmiso, que no tenía por qué preocuparse, que ello era un buen presagio.

Al comienzo de la primavera se dirigió Alejandro al Helesponto dejando a Antípatro encargado de los asuntos de Macedonia y Grecia. Inició su andadura por el Helesponto camino a Persia, a la cabeza de todo el gran ejército formado con sus Compañeros
[1]. Utilizó no menos de 160 trirremes y otro número considerable de cargueros. En medio de la travesía hizo un alto para degollar un toro en honor a Poseidón, dios de los mares, y vertió una libación al mar con una copa de plata en honor a las nereidas, hijas de Poseidón. Tras esto levantó altares para honrar a Zeus, protector de quienes arriban a nuevas tierras, y de igual manera actuó para con la diosa Palas Atenea.

Llegado ya a las costas de Asia, Alejandro fue el primero en desembarcar, para realizar un sacrificio en honor a Príamo
[2].

Fue Alejandro hasta Ilión
[3]. Visita obligada, pues Aquiles[4] era uno de sus héroes más admirados. Así, Alejandro y su gran amigo Hefestión realizaron una ofrenda a Aquiles y Patroclo respectivamente.

Tras Ilión, llegó Alejandro hasta Arisbe, tierra dominada por los persas. Después arribó a Hermoto y luego a la ciudad de Príamo, que le fue fácilmente entregada por sus propios habitantes.

A los persas les llegó la información de que Alejandro ya había cruzado el Helesponto junto con sus tropas. Menmón el rodio, que estaba de parte de los persas, les aconsejaba no enfrentarse a los macedonios, puesto que eran superiores a ellos, sobre todo en infantería. De modo que sugirió a Darío y a sus hombres huir de la zona y quemaran los campos para que los macedonios no pudieran abastecerse a su llegada. Sin embargo, no gustó nada la propuesta de Menmón y muchos empezaron a sospechar de su fidelidad hacia los persas.

Mientras tanto, Alejandro avanzaba ya hacia el río Gránico. Ordenó a dos de sus vigías que se adelantaran para ver cómo estaba la situación en la orilla opuesta.

Parmenión, el hombre de más confianza de Alejandro junto con Hefestión, aconsejó a este que no atacara directamente a los persas, puesto que a éstos les sería muy fácil derrotarlos según fueran saliendo del río. Aún así, Alejandro hizo caso omiso de las indicaciones de su amigo, de modo que no sólo lo atravesó, sino que derrotó al ejército persa que se encontraba al otro lado.

Alejandro fue clemente con los enemigos derrotados. Visitó a los enfermos y los permitió narrar sus batallas. Aunque a una pequeña porción de ellos los envió encadenados a trabajar como esclavos a Macedonia. Perdonó también Alejandro a los mercenarios griegos que habían luchado contra él en el bando persa.



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[1] Alejandro consideraba a su Ejército como sus Compañeros. Y de tal forma se dirigía a ellos.
[2] Según la mitología griega, Príamo fue Rey de Ilión cuando estalló la Guerra de Troya. Fue el único hijo de Laomedonte y de la ninfa Estrimón, hija a su vez de Escamandro.
[3]Ilión, también llamada Troya.
[4] En la mitología griega, Aquiles nieto de Éaco (en griego antiguo Ἀχιλλεύς Αἰακίδης, Akhilleus Aiakidês, también transliterado como Aquileo) fue un héroe de la Guerra de Troya, y el principal protagonista y más grande guerrero de La Ilíada de Homero, que trata no de la guerra en su totalidad sino específicamente de la ira de Aquiles, en la célebre obra homérica Aquiles suele ser calificado como el de los pies ligeros ya que se le consideraba el más veloz de los hombres.
Leyendas posteriores (empezando por un poema de
Estacio del siglo I) afirman que Aquiles era invulnerable en todo su cuerpo salvo en su talón. Estas leyendas sostienen que Aquiles murió en batalla al ser alcanzado por una flecha en el talón, de donde la expresión «talón de Aquiles» ha llegado hasta nuestros días a aludir a la debilidad de una persona.
Aquiles también es famoso por ser el más “hermoso” de los héroes reunidos en Troya, así como el más rápido. En su mito es crucial su relación con
Patroclo, descrita en fuentes diferentes como profunda amistad o amor.
La relación entre Aquiles y Patroclo guarda muchos paralelismos con la que sostienen Hesfestión y el propio Alejandro.



La próxima entrega será publicada el sábado, 14 de junio de 2008. Aunque antes de la fecha procuraré seguir escribiendo, si tengo tiempo.


jueves, 1 de mayo de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. I Parte

Filipo II


Hoy es juves 1 de mayo y lo prometido es deuda. Así que aquí tenéis el primer fragmento de mi práctica sobre la Anábasis de Alejandro Magno, por Arriano. He vuelto a revisar el trabajo para que esté lo más completo posible. Las aclaraciones que figuran al final son también de elaboración propia. Que disfrutéis...


Anábais de Alejandro Magno

LIBRO I

Según se dice, Filipo II, Rey de Macedonia, murió siendo arconte en Atenas Pitodelo. A su muerte le sucedió su hijo, Alejandro, que por entonces contaba con unos 20 años de edad. Alejandro se presentó con su ejército en el Peloponeso y exigió a los griegos que allí vivían el mismo caudillaje que otrora otorgaran a su padre. De este modo, el hijo de Filipo resultó elegido como sucesor de su padre gracias al acuerdo de todos los griegos, excepto de los lacedemonios[1], que argumentaron que ellos no tenían por costumbre servir a nadie sino más bien ser ellos los caudillos de otros.

Por su parte, Atenas intentó sublevarse también contra Alejandro
[2], pero sus ciudadanos sintieron miedo ante la primera incursión de éste contra sus tierras, por lo que se echaron para atrás.

Tras el episodio con los atenienses, Alejandro marchó a Macedonia, desde donde preparó ya la expedición contra Asia. Pero antes quiso asegurarse de someter bajo su control a todos los pueblos aledaños, pues le parecía muy peligroso iniciar una expedición tan lejos de casa dejando cabos sueltos en torno a ella.

Con esta idea marchó Alejandro hacia Tracia, concretamente contra los tribanos e ilirios, de quienes pensaba que intentaban una sedición. Tras someter a éstos, actuó de igual manera con los getas y los taulancios, dos de los pueblos más belicosos de la tierra.

Tras esto, Alejandro supo que Tebas se había rebelado contra él. De modo que el caudillo macedonio, tras ser muy paciente con ellos, los venció y los castigó a todos, mujeres y niños incluidos
[3]. Vendió a los supervivientes como esclavos y sólo se apiadó de aquellos quienes le habían sido fieles, como el poeta Píndaro y su familia. Así mismo, reconstruyó las ciudades de Orcómeno y Platea, pues habían sido siempre simpatizantes de la causa macedonia, pero combatieron contra Alejandro obligados por los tebanos.

Pronto el castigo que sufrieron los tebanos por haberse rebelado se hizo eco en toda Grecia. Los arcadios acudieron en ayuda de los tebanos, no así los eleos, que acogieron a los exiliados macedonios, pues tenían buenas relaciones con Alejandro.

Por otra parte, los etolios suplicaron perdón, ya que también se habían rebelado.

Los atenienses, aliados de Alejandro, estaban celebrando por aquellos días los Grandes Misterios. Aún así, al enterarse de lo sucedido en Tebas, presentaron una legación ante Alejandro formada por hombres fieles a él y el macedonio los recibió de forma igualmente amistosa. Sin embargo, Alejandro acusó a una serie de atenienses, como Demóstenes, célebre por sus filípicas
[4], Licurgo, Hipérides, Cares, Efialtes, Mérodes y otros tantos, de ser en parte culpables de la derrota de su pueblo en Queronea y de ser autores de las recientes ofensas contra su padre, Filipo, y contra él mismo. Así mismo, los acusó también de tener su parte de responsabilidad en la sublevación de Tebas.


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[1] Lacedemonios era como se les llamaba verdaderamente a los espartanos.
[2] Alejandro es Alejandro III según el cómputo de los reyes de Macedonia.
[3] No era éste un comportamiento habitual en Alejandro. Al contrario, pues siempre fue muy indulgente con sus enemigos. Así, por ejemplo, acabó perdonando a Demóstenes y no realizó ninguna acción en su contra.
[4] Filípicas: en ese caso, eran discursos en contra de Filipo, padre de Alejandro.


La próxima entrega será publicada el viernes 9 de mayo. No obstante, la maquinaria no se para hasta entonces, seguiré escribiendo artículos antes de la fecha.