Cosas de la vida, ¡la nueva alcaldesa de París es española!
De San Fernando, Cádiz, para más señas. Además, es la primera mujer que logra
alcanzar tal honor. Y digo “honor” porque para quien conciba la política como
un servicio al pueblo debe ser todo un honor que la mayoría de la ciudadanía lo
escoja como su representante.
Como ya dije en otra ocasión,
a partir de la II Guerra Mundial, el
socialismo europeo se reformuló, eliminando de su teoría el concepto de “lucha
de clases”. Así pues, el socialismo, desde
ahora vaciado de su componente
marxista, dejó de ser tal para convertirse en socialdemocracia. La
socialdemocracia y el conservadurismo político pasaron a definirse entonces de
la siguiente manera: los socialdemócratas se comprometía a preservar, más o
menos, el Estado de Bienestar siempre que ello no supusiese una modificación de
la estructura del sistema ni una merma de sus privilegios. Por su parte, el
conservadurismo político pretende desmantelar, poco a poco y en silencio, el
Estado de Bienestar, siempre que ello no provoque la ruptura del orden social,
al menos no hasta un punto en que el Estado ya no pueda controlar la situación.
Pero desde los años 80 y 90, con la caída de
la Unión Soviética, las izquierda en general, y la socialdemocracia en
particular, perdió el norte y, en vez de redefinir sus postulados, decidió asumir los de la derecha conservadora; esto es, privatización de los servicios
públicos, libertad económica para las grandes empresas… Desde entonces, la
socialdemocracia ha pasado a convertirse en socioliberalismo.
Estando así las cosas, yo hace mucho que dejé de creer por
completo que el socialismo, al menos en la concepción que de él tienen quienes
actualmente se autodenominan socialistas, sea una corriente de izquierdas.
No obstante, sí creo en la
honradez y en la integridad moral de las personas, al menos hasta que me
demuestran lo contrario.
Por tanto, sería magnífico que realmente Anne Hidalgo se comportase como
la persona “de izquierdas y fiel a los valores republicanos” que dice ser.
Así
que mi enhorabuena a la nueva alcaldesa de París: por ser de izquierdas, mujer
y española. Y en ese orden: de izquierdas, porque así se define ella y la creeré
hasta que demuestre lo contrario; por ser mujer, porque imagino que como tal no
le habrá sido fácil llegar donde está en un mundo plagado de hombres como es el
de la política “profesional”; y española, no sólo porque yo también sea español
(enorgullecerse de la patria de cada uno, sea ésta cual sea, me parece algo
bastante absurdo, pues el lugar de nacimiento no se elige, es un capricho del
azar), sino porque su triunfo nos demuestra (o debería demostrarnos, creo yo)
que, a pesar de las recientes y absolutamente condenables protestas contra los
homosexuales, la sociedad francesa continúa siendo en su mayoría mucho más
abierta y progresista que la del otro lado de los Pirineos.
No en vano, ellos se atrevieron a hacer estallar una Revolución en la que, literalmente, cortaron de raíz con alguno de los problemas que nosotros hoy todavía arrastramos.
Así, es emocionante ver
cómo los franceses son capaces de aceptar como una de los suyos a alguien que
no ha nacido en su seno y colocarlo al frente de nada menos que el gobierno de
la capital de país. Eso me hace creer que la Libertad, la Igualdad y la
Fraternidad siguen siendo, todavía hoy y a pesar de todo, valores de Estado
para Francia.
A
veces, cuando pienso lo que tenemos por aquí… ¡qué rabia no vivir en París!
Y
poder caminar por las tardes a la orilla del Sena…