domingo, 30 de noviembre de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. VII Parte

Ruinas de la antigua Persépolis


Nuevo mes, nueva entrega. La última de la historia. Sí amigos/as, aquí tenéis la séptima y última parte de mi práctica sobre la Anábasis de Alejandro Magno.

Espero que os haya resultado interesante o, cuanto menos, que os haya sido de utilidad para todos aquellos que tengáis que hacer un trabajo sobre Historia Antigua.

En lo sucesivo, iré publicando aquí otros pasajes de la Historia que sean de vuestro interés (y que no será necesariamente Historia Antigua, por supuesto).



LIBRO III (Final)

En su camino hacia Persépolis, fue derrotando a todos los contingentes de Darío que le asaltaban al paso. Pasó por ciudades como Media y Ecbatana.

Llegó a oídos de Alejandro que Beso, un sátrapa y hombre de Darío, había apresado a este junto con unos pocos soldados más. Beso le había arrebatado también a Darío el mando supremo de su ejército. Quienes tenían retenido a Darío tomaron la siguiente determinación: si Alejandro se empeñaba en seguir capturando al Rey persa, éstos lo herirían y lo abandonarían a su suerte, de lo contrario, si Alejandro desistía de su persecución, tratarían de reunir más efectivos para enfrentarse a él.

Alejandro, al enterarse de esto, quiso más que nunca capturar a Darío y a eso se dispuso. Mas cuando por fin llegó, encontró al Rey muerto y abandonado. Tras esto, Alejandro se erigió como Rey de Persia, casándose con una de sus hijas, Farsine (también llamada Estatira).

Reagrupó Alejandro a todos sus efectivos y juntos pusieron rumbo a Hircania. Muchos sátrapas fieles a Darío, como Artábazo, se unieron ahora a Alejandro.

Alejandro llegó a Zadracarta, capital de Hircania, y confirmó como sátrapa de allí al persa Satibarzanes. Fue allí donde le llegó la noticia de que Beso, que se encontraba en Bactria, se había autoproclamado Rey de toda el Asia y ahora se hacia llamar Artajerjes.

Fue entonces cuando Alejandro recibió la noticia de que un nuevo complot se estaba tramando contra él. Pero esta vez no era un cualquiera, sino Filotas, el hijo de Parmenión, el más fiel aliado de Alejandro, quien encabezaba el asunto. Entonces fue Filotas ajusticiado y, muy a pesar de Alejandro, hubo de serlo también Parmenión, pues Alejandro estaba seguro de que Filotas no pudo haber tramado todo esto sin conocimiento de su padre.

Continuó Alejandro su camino y llegó hasta el Cáucaso, donde fundó otra nueva Alejandría. Beso, al saber que Alejandro se hallaba ya cerca, cruzó el río Oxo, quemando sus barcos tras de sí, y huyó a Nautaca, ciudad de la región de Sogdiana.

Alcanzó por fin Alejandro a Beso, que fue apresado y juzgado, desnudo (pues, para los antiguos, ser contemplado de esta guisa era una de las mayores vejaciones que una persona podía sufrir, incluso un hombre). Tras el juicio, Beso fue muerto. Alejandro se apoderó entonces, no sin dificultad, pues había sido herido en el peroné, de toda la Bactria y Maracanda.

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