domingo, 28 de noviembre de 2010

La lágrima de plata

Por la mañana de nuestro último día en la ciudad de los rascacielos me levanté a eso de las 11. No os había contado antes que el matrimonio que nos hospeda tiene una hija, Erika. No os emocionéis, oh, público masculino de esta página, pues la chica no es una veinteañera universitaria, es una médico muy respetable que hace tiempo vive sola.

Así pues, Gus y Cohava han tenido que buscar algo con lo que llenar ese vacío: un gato. Su caso, evidentemente, no es único. Aquí en Nueva York la gente adora a los animales; gatos, perros, y los trata como a sus propios hijos. O mejor. Un vecino de nuestro edificio, de hecho, un hombre joven, saca a pasear a su perra todos los días. Bien, hasta ahí todo normal. Lo que ya no es tan normal es que el tipo la saque hasta la calle ¡en brazos! No sea que la perrita se vaya a lastimar las uñitas...

Bueno, pues Mr. Bear, así se llama el minino de nuestros amigos, no iba a ser menos. Él es el rey de la casa, y no tiene ninguna intención de compartir el trono con nadie (sea de la especie que sea). De hecho, desde que he llegado a esta casa, el gato me ha fichado como un "intruso". Todos los días clava sus felinos ojos en mi...


- ¿Quién eres tú y qué haces en MI casa? - parece estar preguntándome.

Yo mantengo mi posición, impertérrito. Eh, gato, tranquilo. No he venido a invadir tu territorio por la fuerza, yo no soy yanki.

En realidad no nos decimos ni una palabra, no hace falta. Las miradas hablan por sí solas...

En el desayuno, Gus me cuenta más o menos la vida diaria del Señor Oso (traducción literal de Mr. Bear). El gato duerme siempre con ellos, a los pies de su cama. Todos los días, a las 4 de la mañana, el gato despierta a Gus para que le dé de comer. ¡Todos los días a las 4 de la mañana! Además, el gato tiene su propio cuartito para hacer sus necesidades, campa a sus anchas por toda la casa cuando quiere y como quiere, sin rendirle cuentas a nadie... Lo tengo decidido: ¡Yo en mi próxima vida quiero ser gato en Estados Unidos!

Seis días es muy poco tiempo para tomarle el pulso a una ciudad, y más si esa ciudad es Nueva York. El caso es que ese era nuestro último día en la llamada capital del mundo y, curiosamente, no lo íbamos a pasar allí, sino en Nueva Jersey, el Estado que tiene al sur.

Así pues, nos pusimos de camino. Era un trayecto largo, así que me puse a combatir el aburrimiento haciendo experimentos con mi cámara...


Tras un buen rato haciendo otras fotos tontas que luego borraría, Gus nos puso la radio. Quiso tener un detalle con nosotros y nos puso una emisora en español... Tras casi media hora viendo a Chayanne y a Luis Miguel competir por ver quién hacía la canción más cursi, le dije a nuestro amigo que muchísimas gracias por el detalle, pero que prefería escuchar cualquier otra cosa...

Tampoco hizo falta esperar mucho más, porque enseguida llegamos a nuestro destino... Y es que Nueva Jeresey, concretamente la ciudad de Bayonne, alberga un bellísimo monumento dedicado a las víctimas del terrorismo. Se trata del To the Struggle Against World Terrosrism (literalmente "Para la Lucha contra el terrorismo mundial"), que está situado en un pequeño parque de la ciudad, a orillas del río Hudson.

Se trata de una lágrima de acero situada entre las entrañas de una torre de bronce que la sostiene. Ciertamente, es una preciosidad. Pero como una imagen vale más que mil palabras...


Si os gusta la foto, os aseguro que su visión al natural es algo espectacular.

La torre fue construida por el artista Zurab Tsereteli como regalo en nombre del pueblo ruso a los Estados Unidos. Está alineada con la famosa Estatua de la Libertad, que, de hecho, se puede ver desde allí.


Y esto no es algo casual, pues creo que así pretenden equipararla en importancia. Y yo diría que lo han conseguido.