jueves, 20 de octubre de 2016

La política-espectáculo


La razón principal para que el Estado recluya a un ser humano es porque pudiera suponer un peligro social dada su condición de delincuente. Pero el único “delito” que han cometido quienes ayer se amotinaron en el CIE de Aluche es haber entrado ilegalmente en el país; en otras palabras, ser extranjero. No obstante, tal condición no supone, en absoluto, un peligro para la sociedad. Los amotinados no vinieron a España imbuidos de irrefrenables ansias de violencia (los hooligans del Legia sí; y ahí estaban, campando por Madrid), al contrario, estas personas vinieron a buscar una vida en paz, una vida mejor para ellos y sus familias. Y el Estado los trata como a criminales, en centros que no son sino cárceles encubiertas donde estas personas carecen de cualquier garantía jurídica. Y es por ello, por la indignación que provoca el que esta situación se dé en un país que se dice democrático, que cientos de personas, incluidas varias ONGs y miembros de Podemos, se manifestaron ayer por la tarde en solidaridad con los internos. Por solidaridad y para denunciar y evidenciar la total opacidad del Gobierno sobre la gestión de estos CIEs. ¿Por qué callan tanto?, ¿por qué no nos permiten saber con certeza lo que sucede dentro de estos lugares?, ¿qué ocultan?   

El señor de la foto se llama Antonio Trevín y es diputado del PSOE. Dijo ayer Trevín, a raíz de la manifestación y la presencia en ella de miembros de Podemos, que a él “no le gusta la política-espectáculo”. Qué curioso, lo dice alguien cuyo partido está protagonizando el más negro espectáculo al que hemos asistido en la Historia política reciente de nuestro país. Un espectáculo, sin duda, digno del más puro estilo Vázquez Montalbán. Viendo la escabrosa defenestración de Pedro Sánchez por parte de sus propios compañeros y la caída libre del PSOE a los infiernos, a uno le parece estar releyendo las páginas de Asesinato en el Comité Central.

Al señor Trevín no le gusta la política-espectáculo. Pues que él y sus compañeros se apliquen esas palabras, porque mientras los hipócritas del PSOE están interpretando su bochornoso paripé a ojos de todo el mundo, otros y otras están al pie del cañón, en la calle, clamando justicia y defendiendo que todos los seres humanos, vengan de donde vengan, merecen un trato digno sólo por el hecho de serlo. 


miércoles, 27 de mayo de 2015

Manuela, Ada, Mònica

Por Adrián D. Herreros
Licenciado en Historia


Acabo de cumplir 26 años. Y nunca he conocido otro gobierno en Valencia que no fuera el del PP ni otra alcaldesa en mi ciudad que no fuese Rita Barberá. Dicho de otra forma: no he conocido otro gobierno municipal que no sea el de la derecha. Es cierto que, cuando llegué, gobernaba en la capital del Turia Clementina Ródenas (PSOE), pero yo era muy pequeñito como para recordarlo. Además, me niego a considerar a los socialistas como una organización de izquierdas. Independientemente de las siglas que dicen representar, si nos atenemos a su práctica política sería muy generoso colocarlos a ese lado del espectro ideológico.

Por ello, la jornada electoral del pasado 24 de mayo fue sin duda histórica. Por primera vez en la Historia desde el fin de la Dictadura franquista, la mayoría de la ciudadanía valenciana ha decidido otorgar su confianza a organizaciones situadas verdaderamente a la izquierda. La coalición nacionalista valenciana de izquierdas Compromís  ha sido, sin duda, quienes más se han batido en duelo contra las descaradas corruptelas del Partido Popular de la Comunidad (y en especial Mònica Oltra, quien podría llegar a ser presidenta con el apoyo de Podemos). Y los valencianos, por fin, han decidido premiar esa gran labor. Un amigo mío me preguntó ayer “Bueno, y ahora que tenéis un gobierno de izquierdas en la ciudad ¿qué es lo que va a cambiar para vosotros?”. Pues bien, por de pronto el derribo del Cabanyal queda completamente paralizado y el barrio se rehabilitará, que es lo que corresponde hacer con cualquier Bien de Interés Cultural según dicta la ley. Además, cuando Compromís tome los mandos del consistorio valenciano, cabe suponer que abrirá puertas y ventanas, levantará las alfombras y nos haremos una idea más aproximada de cuánto nos han costado a los valencianos los chanchullos, los despilfarros y los gintonics de Barberá.

Lo cierto es que yo voté a València en Comú-Podemos, donde milito, y no a Compromís. Pero, sin duda, siento que ellos también me representan. Mònica Oltra me representa y su formación merece un amplio margen de confianza. Estamos en un momento histórico, inédito en la política española, que nos obliga a actuar con cautela, pero también con mucha generosidad; poniendo, por encima de las siglas, políticas de gobierno que beneficien a la mayoría social de clase media y trabajadora. Ellas son las principales castigadas por las políticas de austeridad del Gobierno central del PP (que ya empezó aplicando el anterior gobierno mal llamado socialista). Son ellas quienes han dicho alto y claro que desean que las cosas se hagan de otra forma, una forma que sea más justa y beneficiosa para todos.

Y es gracias también a las clases media y trabajadora que las plataformas ciudadanas de unidad popular han obtenido un éxito arrollador, lo cual es sin duda un espaldarazo a Podemos de cara a las próximas elecciones generales. Su férrea defensa del Estado de Bienestar y su denuncia de la corrupción que envuelve a la casta parecen haberles dado resultado. En un principio, hubo ciertas dudas sobre si esta fórmula (la de integrarse en candidaturas de unidad popular) era la adecuada para acudir a unas elecciones municipales y autonómicas, pero los resultados han terminado por dar la razón a los de Pablo Iglesias. Pero ahora, Podemos no puede quedarse sólo en la retórica y el análisis de la situación, ahora se enfrentan a la gestión, a las contradicciones, a los pactos, a la realpolitik. Los de Iglesias son la llave de gobierno en Aragón, con unos nada desdeñables trece diputados que podrían hacer presidente a Pablo Echenique-Robba; Castilla-La Mancha, Baleares, Asturias y Extremadura. Y una cosa ha de quedar clara: en los hasta ahora partidos dominantes, los pactos se hacen desde arriba, pero no es así en Podemos, donde las decisiones las toma siempre la militancia. Y serán ellos y ellas los que deberán dar su visto bueno a las alianzas que el partido deberá tejer a partir de ahora. Para pactar, Podemos deberá hacer respetar sus puntos programáticos de rescate ciudadano (lucha contra el fraude y reforma fiscal progresiva, aumento de la inversión y protección de los sistemas universales de sanidad y educación, impulso de planes de eficiencia energética y un largo etcétera).  

En lo que se refiere a Izquierda Unida, quienes tanto se afanaban en certificar su defunción deben ahora tragarse sus palabras. Están malheridos, sí, pero vivos: han obtenido representación en algunos parlamentos, como en Asturias (con 5 dipuados).

Quien sí ha desaparecido, literalmente, ha sido UPyD, que no ha obtenido representación parlamentaria en ninguna comunidad autónoma. Este resultado no puede explicarse sólo por la irrupción de Ciudadanos, de cuyo electorado se nutría; diríase también que la mano de hierro de su líder, Rosa Díez, ha hecho el resto. Y es realmente una pena, porque tenemos que agradecerle a la formación magenta que fuese la primera en estar presente en la acusación de varios de los casos de corrupción que aquejaban a nuestra vida política, de los cuales han tenido que retirarse al quedarse completamente arruinados (recordad que Díez, que ya ha dimitido de la dirección y la portavocía de UPyD, ha tenido que ir dando sus mítines subida a un cajón de madera).  

Lo de Ciudadanos ha sido un caso llamativo: las encuestas les otorgaban una intención de voto similar o igual a la de Podemos. Sin embargo, a pesar de que presuman de ser la tercera fuerza municipal del país, parece ser que, a nivel autonómico, los resultados han sido menores de lo que ellos mismos esperaban. Es muy significativo el hecho de que Ciudadanos no supera en número de diputados a Podemos en ningún parlamento autonómico. Si acaso lo iguala, como el en caso de La Rioja donde ambas formaciones cuentan con 4 diputados o la Comunidad Valenciana, con 13 cada uno. En los parlamentos de Castilla-La Mancha y Navarra, Ciudadanos ni siquiera ha obtenido representación, mientras que sí lo ha hecho Podemos. Todo hace pensar que las encuestas que auguraban tan buena fortuna a los de Ribera quizás (y sólo quizás) habían sido artificialmente infladas con la intención de frenar el ascenso de Podemos.  Con lo cual, y a resultas de lo visto, lo que sí tenemos que agradecerle a Ciudadanos es haberle robado votos al PP. Mucha gente parece haber entendido que los de naranja son la marca blanca de los populares. No resulta extraño que, al poco de que el presidente del Banco Sabadell declarase que “necesitamos un Podemos de derechas”, Ciutadans de convierta en Ciudadanos y se expanda al resto de España.

No obstante, a los de Rivera también les toca ahora retratarse. Y saben que si quieren tener posibilidades en las elecciones generales, entonces no puede vender barata su lealtad al PP. Tienen una prueba crucial en Madrid, donde, dependiendo hacia qué lado basculen, podrían darle la presidencia de la Comunidad a Gabilondo o Cifuentes.  

Sobre Barcelona en Comú, Ada Colau ha sabido rentabilizar electoralmente su extraordinaria labor como portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Lo cual implica también otro enorme reconocimiento para Podemos, uno de los partidos integrantes de Barcelona en Comú y de Ahora Madrid, la otra gran triunfadora. La ex jueza y co-fundadora de Jueces para la Democracia, Manuela Carmena, ha suscitado una ola imparable de ilusión que ha logrado lo que hasta hace bien poco se creía imposible: acabar con 20 años de hegemonía de la derecha en la capital de España. Y lo ha conseguido en tan sólo unas semanas, algo (el afianzamiento de su liderazgo) que a Ada Colau le ha costado años consolidar. Así, por fin se empezarán a dar solución a problemas tan sangrantes como los desahucios o la pobreza energética.  

Volviendo a Colau, ella tiene por delante el deber de formar gobierno, lo cual supondrá todo un reto porque necesita el apoyo de los socialistas catalanes, de ERC o de los idependentistas de izquierdas de las CUP. Pero sería terrible, teniendo en cuenta el momento histórico en el que estamos, que las mencionadas fuerzas políticas catalanas no se pongan de acuerdo. Al contrario, todo hace pensar que lo harán y la futura nueva alcaldesa podrá llevar adelante su programa ciudadano (lucha sin cuartel contra los desahucios, reforma fiscal en un sentido progresivo y lucha contra los grandes defraudadores, defensa y aumento de la inversión en los sistemas públicos de salud y educación y fin de su proceso privatizador allí donde se dé, legislación para prevenir las puertas giratorias y un largo etcétera).

Por su parte, el PSOE tendrá que retratarse: o pactar con el PP e impedir el cambio democrático (y entonces hundirse electoralmente por completo, cual PASOK griego) o apoyarse en las nuevas formaciones políticas que hay sobre el tablero. Así, Pedro Sánchez probablemente tratará como pueda de subirse al carro del “giro a la izquierda” y de la regeneración política. No obstante, a nadie se le olvida que él fue uno de los redactores de la modificación del artículo 135 de la Constitución Española (que supedita el pago de la deuda externa a la prestación de los servicios sociales), una reforma pactada entre los dos grandes partidos a espaldas de la ciudadanía. Además, es innegable que Susana Díaz mantiene con él una pugna soterrada por liderar el PSOE en un futuro próximo. No son pocos los que, dentro y fuera del partido, no ven en Sánchez un líder adecuado para el partido. Y esas luchas internas pueden debilitar al PSOE en los próximos comicios.

El PP, literalmente enfangado en sus propias corruptelas (Gürtel, Púnica, caso Rus…), paga muy cara su desvergüenza. Se creyeron que España era su cortijo en el que podían hacer y deshacer a placer. Y el pueblo ha dicho ‘basta’. Por su parte, el inmovilismo de Rajoy no hará sino empeorar su situación. Hasta hoy estaba pensando “ahora habrá que ver si los barones populares permanecen donde están, como buenos capitanes, o huyen como hacen las ratas ante el inminente hundimiento del barco”. No hemos tardado en saber la respuesta: Fabra (Comunidad Valenciana), Bauzá (Baleares) dimiten; por su parte, Rudi (Aragón) anuncia que no se volverá a presentar a la presidencia del Partido Popular de dicha Comunidad y Herrera (Castilla y León) insta a Rajoy a “que se mire al espejo” antes de decidir si se presenta o no a las elecciones generales. Además, Aguirre es ampliamente cuestionada tras sus resultados electorales, contando con muchísimos más enemigos acumulados que apoyos entre sus filas. En suma, el PP parece al borde del hundimiento. Debería acometer una profunda renovación y democratización interna si quieren, al menos, intentar volver a levantarse. Pero nada indica que lo vayan a hacer por sí mismos.     

Tras este evidente giro a la izquierda en nuestros municipios y autonomías, los nuevos partidos deberían actuar como de ellos se espera y promover el desaforamiento de todos los diputados y diputadas (incluido en el PSOE, si es que desean que se les tome por algo distinto). De esta forma, Alfonso Rus dejará de contar billetes y tendrá que contar los barrotes de su celda o conformarse con contar los trajes de chaqueta que nadie le compra. Y como Rus, otros tantos presuntos y probados delincuentes, sean rojos, azules, naranjas, morados o cualesquiera. El combate contra la corrupción debe ser una de las señas de identidad de la nueva política.

PP y PSOE han perdido entre ambos 13 puntos porcentuales y 3,3 millones de votos desde las últimas elecciones municipales. En las elecciones europeas del 2014, ambas formaciones no alcanzaron juntas el 50%. Así las cosas, ya no se puede decir que el bipartidismo esté llegando a su fin. No, el bipartidismo está definitivamente muerto. La regeneración política, por definición, no puede venir de la mano de los viejos partidos. El bipartidismo ha dado paso a una pluralidad política bien visible, que refleja las ansias que tiene este país de más y mejor democracia. Y está visto que esa regeneración democrática está imbuida de un espíritu plenamente popular y tiene nombre de mujer: Manuela, Ada, Mònica. Porque la revolución democrática o es feminista o no podrá ser tal.                 

lunes, 2 de marzo de 2015

Y nosotros ¿qué?

Ahora que ha concluido el Debate sobre el estado de la Nación, nos preguntan eso de "¿quién cree usted que ha sido el ganador?" Si lo pensamos bien, yo diría que la pregunta, en sí misma, ofende a la inteligencia. ¿Quién cree usted que ha sido el ganador? Como si todo esto no fuese más que un juego, el del "y tú más", más preocupados por descalificarse mutuamente que por mejorar la calidad de vida de la ciudadanía; lo dicho: una farsa, puro teatro.

Lo peor es que con este lamentable espectáculo se devalúa algo tan noble como es el ejercicio de la política, que no es otra cosa que la preocupación por los asuntos públicos, por cómo y bajo qué normas y leyes organizar la vida en común de una forma que sea lo más justa posible. La política es, o debería ser, pues, un asunto que nos incumbe no sólo a los políticos profesionales, sino a todos nosotros y nosotras.  

Cuando yo oigo lo de "y usted ¿quién cree que ha sido el ganador?", me pregunto: y el pueblo ¿cuándo va a ganar? Los más de 4 millones de parados, muchos de ellos padres y madres sin trabajo que han de alimentar a sus hijos estirando la paupérrima pensión de los abuelos ¿cuándo van a ganar? Las mujeres, que cobran de media un 11% menos que los hombres aun haciendo el mismo trabajo, los enfermos de hepatitis C, los dependientes a los que se les han disminuido artificialmente el grado de dependencia para reducir (o anular) las pensiones que legítimamente se les deben, las y los estudiantes que no pueden continuar su carrera por no poder pagar las cada vez más elevadas tasas universitarias... Todos ellos, ¿cuándo van a ganar?

viernes, 1 de agosto de 2014

La Paz como gran causa de la Humanidad

Jean Jaurès (1859-1914)

Aunque no pudo ser, hubiéramos querido publicar este artículo ayer, 31 de julio, cuando se cumplía justamente un siglo del trágico asesinato de Jean Jaurés, profesor y político socialista francés (cuando el socialismo todavía era tal). Mas, por encima de todo, Jaurés fue un hombre de profundas convicciones, internacionalista y pacifista, razones por las cuales se opuso con ardor a esa "terrible pesadilla" que fue la Primera Guerra Mundial. Una postura sin duda valiente y que le costó la vida.

Es de destacar que mientras los franceses han honrado en calles y monumentos la memoria de este gran pacifista, en España todavía tenemos placas y estatuas dedicadas a dictadores y demás antidemócratas.

Hoy, en estos tiempos convulsos y llenos de incertidumbre, queremos reivindicar los valores por los que Jaurès y otros tantos hombres y mujeres como él dieron su vida. Y lo hacemos con otro artículo de Ricardo Endevini*

La Paz como gran causa de la Humanidad

Estallaba la Gran Guerra después de un largo periodo de paz que comenzó tras la guerra franco-prusiana y la Comuna de París. Los países europeos volvían a recurrir a las armas para solventar sus diferencias. Durante ese tiempo, el movimiento socialista europeo (la II Internacional), tanto sindicatos como partidos, se habían integrado a la vida institucional de los distintos países, consiguiendo importantes conquistas.

La perspectiva bélica dividió a los socialistas en dos grandes sectores: uno de ellos prefería seguir a sus respectivos países en el conflicto; el otro, con muchos matices, sostenía que el enfrentamiento no respondía a los intereses de obreros y sectores populares  que iban a morir en las trincheras. Se declaraba, por tanto, “pacifista”.

Uno de los acontecimientos de ese mes de julio de 1914 fue el asesinato de Jean Jaurés, respetado dirigente del socialismo francés, brillante orador, fundador de L’Humanité, decidido opositor a la guerra.

Jaurés dio su último discurso en Lyon el 23 de julio y culpó de la guerra a “la política colonial de Francia, la política hipócrita de Rusia y la brutal voluntad de Austria”.  Llamó a los obreros de todos los países a unirse para alejar “la horrible pesadilla”.

Su muerte fue el resultado de una brutal campaña de odio, difamación y mentiras (¿se imaginan al “TDT party” español en esas circunstancias?).

Su asesino, Raoul Villain, fue liberado el 29 de marzo de 1919 (poco después de terminar la guerra). Los jueces hicieron constar que “si Jean Jaurés, adversario de la guerra, hubiera tenido éxito, Francia no habría podido ganarla”. Finalmente, viviendo en Ibiza, Villain fue fusilado por milicianos republicanos en 1936, acusado de ser agente (espía) de los generales sublevados.

Vivimos en un mundo de cambios profundos y vertiginosos, y una vez más se ponen los intereses “nacionales”, los equilibrios “macroeconómicos”, por encima de la vida de los trabajadores y trabajadoras y la gente común. Recordemos a quienes por encima de patriotismos mezquinos, intereses económicos de tanta bajeza moral y tan escasa capacidad intelectual, han puesto, aun a costa de sus vidas, la causa de la Humanidad por encima de todo.


*Ricardo Endevini es simpatizante de Podemos (por falta de tiempo no puede implicarse más en el proyecto, aunque le gustaría). Su militancia política viene de muy atrás, empezando por sus años como líder sindical y opositor en la clandestinidad a la dictadura de Rafael Videla en Argentina, su país de origen. Ya en España, donde reside desde hace más de dos décadas, Endevini fue un activo militante de la Liga Comunista Revolucionaria hasta su refundación. 

lunes, 7 de julio de 2014

Ni confianza ni desconfianza, sino participación y control

*Por Ricardo Endevini

Con pocas y notables excepciones vemos que los integrantes de los distintos poderes institucionales que gobiernan tienen, cuando menos, una notable elasticidad en cuanto a moral pública. Es como si no fuera con ellos. Empezando por el nuevo rey, que no ha dicho una palabra, más que vacuas generalidades, sobre corrupción, privilegios, ilegalidad o inmoralidad.

No son sólo los corruptos, sino los que por conveniencias políticas o comodidad personal consienten o cierran los ojos ante los casos de corrupción. Con la excusa de la presunción de inocencia, la prescripción (como si el hecho de haber pasado el tiempo legal hiciera que un delito no fuera igualmente repudiable y condenable), la opacidad que deliberadamente encubre el límite entre responsabilidad penal y política. Se extiende, hasta dar nauseas, la ausencia de controles sobre gobernantes, legisladores y jueces.

Es pueril el argumento, que será objeto de otro comentario, de que en nuestra democracia cada tantos años los ciudadanos, con su voto, pueden cambiar este estado de cosas; la realidad es que el sistema económico-político vivido en los últimos años ha favorecido especialmente la aparición de empresarios que sobornan y evaden impuestos, de funcionarios que se dejan sobornar y, por interés personal o ideología, atentan contra el interés público; informadores (no periodistas) que mienten, ocultan información o la exponen de forma torticera, jueces que sirven a intereses partidistas o económicos, policías que se exceden en sus atribuciones o directamente corruptos, gobernantes que ponen sus intereses por encima de la responsabilidad de sus cargos, legisladores que se aprovechan para lucrar a costa del dinero público, controladores que no controlan, etc.

No olvidemos que el vigente marco legal, deliberadamente o por negligencia, no da respuesta a las necesidades de la gente; por el contrario, este marco facilita, tolera y hasta protege la impunidad de los males anteriores.

No es fácil cambiar este estado de cosas; sin embargo, es necesario si queremos recuperar una vida digna. Lo mejor es empezar por nosotros mismos, nuestras organizaciones y representantes.

Para empezar, hay que prescindir de la confianza: no debemos esperar que nuestros dirigentes, postulantes y cargos  obren bien, debemos aspirar a que no puedan obrar mal y que sus sucesores, de la misma manera, estén sujetos a la falta de impunidad.


Propongo algunas medidas para este fin, siendo consciente de que lo fundamental es la participación de todas las personas que así lo quieran en los asuntos públicos y de que la información debe ser abierta y compartida.

1.      Rendición de cuentas en Asambleas públicas.

Por lo menos una vez al mes los dirigentes, cargos, responsables, etc. deben responder preguntas, dar explicaciones y someterse a control popular en asambleas abiertas que ellos mismos deben convocar, en horarios y sitios accesibles para cualquiera. Si algún mes no pueden, deben explicar por qué y fijar nueva fecha de convocatoria.

2.      Inmediata revocación de los mandatos.

Todos los dirigentes, cargos, responsables pueden ser inmediatamente revocados,  por mayoría simple, por quienes los han  elegido; en el caso de aquellas personas que ocupen un puesto institucional, no se puede derogar el mandato, pero sí dejar claro que de quien se trata no representa al órgano que originalmente lo propuso.

3.      Salarios e ingresos.

El sueldo de cualquier responsable político no puede exceder del triple del salario mínimo interprofesional. En el caso de los cargos públicos, los excedentes irán a un fondo y serán los organismos competentes en el manejo de las finanzas quienes libremente decidirán cómo y para qué fines deben usarse.


Estos aportes no pretenden dar por concluido, ni mucho menos, un proceso de organización que será largo. Pretendo señalar un criterio que debe, a mi juicio, señalar el camino.


Ni confianza ni desconfianza, sino participación y control.  


*Ricardo Endevini es simpatizante de Podemos (por falta de tiempo no puede implicarse más en el proyecto, aunque le gustaría). Su militancia política viene de muy atrás, empezando por sus años como líder sindical y opositor en la clandestinidad a la dictadura de Rafael Videla en Argentina, su país de origen. Ya en España, donde reside desde hace más de dos décadas, Endevini fue un activo militante de la Liga Comunista Revolucionaria hasta su refundación. 

Este es el primero de una serie de artículos en los que el Autor tratará diversos temas más concretos y actuales. 

martes, 1 de julio de 2014

Carta abierta al ministro de Justicia



 
Completamente de acuerdo con usted en eso último, señor ministro. Por tanto, y atendiendo a sus propias palabras, le insto a usted y a todo el Gobierno a cumplir inmediatamente las disposiciones de la Ley de Dependencia en toda su amplitud; es decir, PAGUEN ya de una vez y por toda la integridad de las ayudas que moral y legalmente merecen todas las personas dependientes de este país y sus familias. No le pido que haga milagros, señor ministro. ¡Le pido que cumpla la Ley! 

Ya está bien de bajar falsamente los grados de dependencia y minusvalía para disminuir, cuando no directamente suprimir, las ayudas de la Ley de Dependencia. 

Ya basta de retrasar artificialmente el pago de las ayudas, que sospechosamente terminan llegando cuando el o la dependiente ya ha fallecido. Están ustedes condenando así a miles de personas a un sufrimiento cruel e inhumano. Un sufrimiento diario, una angustia constante y que no da ni un segundo de respiro.
 
No se entiende, señor Ruíz-Gallardón, el celo que muestran ustedes en proteger los derechos de quienes, al fin y al cabo, aún no han nacido al mismo tiempo que pisotean sin ningún pudor la dignidad de quienes ya estamos aquí. 
  
Y la cosa es aún más llamativa si se tiene en cuenta la profunda fe católica que usted en particular, y el Partido Popular en general, dicen profesar…
 
No es justo, señor ministro. Usted mismo lo ha dicho: “una discapacidad no es motivo para restar derechos a una persona”. Pues bien, actúe en consecuencia. Y no lo haga por mí. Si quiere, hágalo por piedad, por caridad, por dios, hágalo por salvar su alma y asegurarse un cara a cara con San Pedro cuando le llegue el momento... No lo sé, elija una razón, la que a usted más le guste. Pero hágalo. Hágalo o lárguese, usted y todo el Gobierno en pleno. 


Bueno, ahora que lo pienso… hay otra posibilidad: ¿quizá lo que sucede es que es usted un cínico y cree que no nos hemos dado cuenta?

lunes, 26 de mayo de 2014

Debemos seguir trabajando


Adrián D. Herreros de Perinat
Licenciado en Historia por la Universidad de Valencia

¡La de hoy ha sido una noche de locura! ¡Fantástica! Estamos todos borrachos de felicidad, así que voy a ser muy breve. No voy a soltar el consabido discurso de que esto es el principio del fin de bipartidismo. Todo eso ya lo sabéis y a partir de ahora os cansaréis de oírlo.

Lo que pretendo decir aquí es otra cosa. Y es que este TRIUNFO (así, con mayúsculas) no es sólo de los cinco compañeros que van a ir al Parlamento Europeo. Este TRIUNFO es también, y sobre todo, el de los Círculos. De todas las personas, de todos los compañeros y compañeras que, semana tras semana desde que todo esto empezó, han estado sacando tiempo y ganas de donde apenas las había para asistir a las asambleas y poner su trabajo y sabiduría al servicio de todos y todas, contribuyendo a engrandecer y dar solidez a este proyecto común, participativo y abierto que es Podemos. El triunfo de hoy es el de todos vosotros y vosotras.

Hemos dado la sorpresa, sí, hemos demostrado que sí se puede. Y precisamente por eso ahora es el momento de no bajar la guardia ni un instante. Ahora sí, tenemos el deber de hacer que esto no decaiga. Debemos seguir asistiendo a las asambleas, participando, trabajando codo con codo. Hemos de demostrar que nos somos flor de un día, que nuestra ambición es ir a más, que realmente tenemos la voluntad de echar a la corrupta casta política que nos gobierna y dejar que sea el pueblo quien haga política de verdad, con mayúsculas.

Estoy convencido de que los Círculos crecerán, que la campanada que hemos dado esta noche hará que cada vez más gente se interese por este proyecto y tome conciencia de que todos juntos, unidos, tenemos más poder del que nos podemos imaginar. Así, os animo a todos los que no hayáis participado nunca en Podemos a que os  busquéis en Internet la asamblea de Podemos que os sea más cercana, la de vuestro barrio o vuestra ciudad, y os acerquéis a observar. ¡Vuestra contribución puede hacer mucho! 

Ahora toca demostrar que Podemos tiene voluntad de ganar. Ahora es el momento de comenzar a construir la democracia. Una democracia directa, abierta, participativa y siempre desde abajo. Debemos luchar por profundizar en los principios que han regido este proyecto desde sus inicios: auditoría ciudadana de la deuda, recuperación para el sector público de los sectores estratégicos de la economía, reforma de las leyes para perseguir a los grandes defraudadores…   

Si hemos llegado hasta aquí en tan poco tiempo, ¿qué no haremos a partir de ahora?

Hasta este momento hemos actuado con el corazón; ahora toca hacerlo, también, con la cabeza.  

¡¡¡PODEMOS!!!

lunes, 31 de marzo de 2014

"Vive la France!"


Cosas de la vida, ¡la nueva alcaldesa de París es española! De San Fernando, Cádiz, para más señas. Además, es la primera mujer que logra alcanzar tal honor. Y digo “honor” porque para quien conciba la política como un servicio al pueblo debe ser todo un honor que la mayoría de la ciudadanía lo escoja como su representante.

Como ya dije en otra ocasión, a partir de la II Guerra Mundial, el socialismo europeo se reformuló, eliminando de su teoría el concepto de “lucha de clases”. Así pues, el socialismo, desde ahora vaciado de su componente marxista, dejó de ser tal para convertirse en socialdemocracia. La socialdemocracia y el conservadurismo político pasaron a definirse entonces de la siguiente manera: los socialdemócratas se comprometía a preservar, más o menos, el Estado de Bienestar siempre que ello no supusiese una modificación de la estructura del sistema ni una merma de sus privilegios. Por su parte, el conservadurismo político pretende desmantelar, poco a poco y en silencio, el Estado de Bienestar, siempre que ello no provoque la ruptura del orden social, al menos no hasta un punto en que el Estado ya no pueda controlar la situación.

Pero desde los años 80 y 90, con la caída de la Unión Soviética, las izquierda en general, y la socialdemocracia en particular, perdió el norte y, en vez de redefinir sus postulados, decidió asumir los de la derecha conservadora; esto es, privatización de los servicios públicos, libertad económica para las grandes empresas… Desde entonces, la socialdemocracia ha pasado a convertirse en socioliberalismo.

Estando así las cosas, yo hace mucho que dejé de creer por completo que el socialismo, al menos en la concepción que de él tienen quienes actualmente se autodenominan socialistas, sea una corriente de izquierdas.

No obstante, sí creo en la honradez y en la integridad moral de las personas, al menos hasta que me demuestran lo contrario.

Por tanto, sería magnífico que realmente Anne Hidalgo se comportase como la persona “de izquierdas y fiel a los valores republicanos” que dice ser.

Así que mi enhorabuena a la nueva alcaldesa de París: por ser de izquierdas, mujer y española. Y en ese orden: de izquierdas, porque así se define ella y la creeré hasta que demuestre lo contrario; por ser mujer, porque imagino que como tal no le habrá sido fácil llegar donde está en un mundo plagado de hombres como es el de la política “profesional”; y española, no sólo porque yo también sea español (enorgullecerse de la patria de cada uno, sea ésta cual sea, me parece algo bastante absurdo, pues el lugar de nacimiento no se elige, es un capricho del azar), sino porque su triunfo nos demuestra (o debería demostrarnos, creo yo) que, a pesar de las recientes y absolutamente condenables protestas contra los homosexuales, la sociedad francesa continúa siendo en su mayoría mucho más abierta y progresista que la del otro lado de los Pirineos.

No en vano, ellos se atrevieron a hacer estallar una Revolución en la que, literalmente, cortaron de raíz con alguno de los problemas que nosotros hoy todavía arrastramos. 

Así, es emocionante ver cómo los franceses son capaces de aceptar como una de los suyos a alguien que no ha nacido en su seno y colocarlo al frente de nada menos que el gobierno de la capital de país. Eso me hace creer que la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad siguen siendo, todavía hoy y a pesar de todo, valores de Estado para Francia.  

A veces, cuando pienso lo que tenemos por aquí… ¡qué rabia no vivir en París!


Y poder caminar por las tardes a la orilla del Sena…

lunes, 27 de enero de 2014

Podemos y Debemos

Por Adrián D. Herreros de Perinat
Licenciado en Historia por la Universidad de Valencia


Estos días asisto atónito y maravillado a la enorme cascada de opiniones que ha generado la candidatura de Podemos, capitaneada por el conocido politólogo Pablo Iglesias. Hay opiniones para todos los gustos, a favor y en contra. De entre las segundas, no faltan quienes acusan Iglesias y compañía de dividir y atomizar el voto de la izquierda. 

La unidad de la izquierda no puede lograrse desde arriba, con nombramientos en los despachos. Para conseguir la unidad de la izquierda es necesario potenciar la democracia abierta y participativa desde abajo, desde las bases y los movimientos sociales y ciudadanos. En estos tiempos de anquilosamiento de la izquierda política española, parece necesario generar movimientos de confluencia para construir alianzas. Y eso es Podemos: una llamada a la confluencia, a la unidad, pero desde el respeto a la diferencia y sin la pretensión de imponer criterios a nadie. Por eso esta iniciativa tiene un programa abierto, de esta forma todo aquel que lo desee, todo aquel que considere que tiene algo que aportar, puede contribuir a mejorarlo. E incluso presentarse, ya que las listas son abiertas.

También están quienes acusan a Podemos de ser una iniciativa personalista. Esto, dada la notoriedad que ha alcanzado últimamente su principal impulsor, podría ser cierto. Pero examinemos un poco más a fondo la situación: Personalmente, no tengo ninguna duda de la honradez de Cayo Lara. coordinador general de Izquierda Unida. Estoy seguro de que es un tipo decente. Pero a cualquier dirigente de izquierdas la honradez se le supone, igual que a los soldados el valor. Sin embargo, no parece que Lara sea capaz de articular a su alrededor, o alrededor de Izquierda Unida, a una mayoría social visiblemente descontenta. Por la razón que sea, no parece conectar con la gente. Y eso mismo le pasa a su partido, quizá la connivencia de IU con las políticas del PSOE llevadas a cabo en Andalucía y su implicación en el escándalo de los ERE sean unas de las claves de este desgaste.

Es necesario volver a ilusionar a esa mayoría desencantada, y es evidente que IU no es capaz de hacerlo. Sin embargo, Pablo Iglesias sí es capaz. Su discurso conecta por igual con el sentir y las preocupaciones del dueño de un quiosco que de un catedrático de Universidad, sus palabras calan de la misma en una veinteañera estudiante de Periodismo en Valencia o Barcelona que en una jubilada madrileña.

Y si eso sirve para volver a movilizar a la gente, si con eso conseguimos atajar un abstencionismo electoral que se prevé altísimo, entonces bienvenido sea.

Es evidente que la cosa no ha de quedarse ahí. Esto ha de ir mucho más allá de un proceso electoral, que, al fin y al cabo, sólo es un obstáculo más que superar en el camino hacia un empoderamiento popular. Por eso creo que no sólo Podemos sino Debemos. Debemos darnos cuenta de que esto es cosa nuestra, de que sólo nosotros podemos cambiar las cosas, de que la política no es algo que se haga solamente en los parlamentos o en las instituciones de gobierno. ¡La política la hacemos todos! Todos hacemos política cada vez que salimos a la calle a luchar contra la privatización de la Sanidad, contra los recortes en la educación pública. Hacemos política cuando vamos a intentar parar un deshaucio, cuando construimos redes de ayuda mutua para ayudar al vecino o al amigo que lo está pasando mal. Hicieron política los trabajadores de la recogida de basura en Madrid cuando vieron mermados sus derechos. ¡Y ganaron! Ganaron ellos como ganaron los vecinos del barrio burgalés del Gamonal al decir basta a la corrupción urbanística promovida por el alcalde de su ciudad. Y también acaban de ganar los integrantes de la Marea blanca, pues la Justicia acaba de decretar la paralización de la privatización de la Sanidad madrileña. Todo eso son victorias y es política. 

Ahora se trata de llevar eso al Parlamento Europeo, y eso es lo que pretende hacer esta candidatura.

España es un país con una democracia no solamente joven, sino también pobre y maltrecha. Desde el siglo XIX nos hemos acostumbrado a que unas veces caciques y otras militares nos digan lo que tenemos que hacer, cómo tenemos que pensar y a quién debemos obedecer. 

Pues bien, eso debe acabarse. Debemos tomar las riendas de la situación porque si los ciudadanos no hacemos política corremos el riesgo de otros la hagan por nosotros.

Y todo eso va mucho más allá de los personalismos. Quienes se hayan interesado suficientemente por Podemos y hayan leído Mover ficha, su manifiesto fundacional, sabrán que esta es una candidatura que promueve la organización horizontal con una rotatividad continua de los cargos electos con unos ingresos para los mismos equivalentes al salario medio. Porque la política no puede ser una profesión sino, y esta vez de verdad, un servicio público. 

Y con respecto al tan comentado derecho de autodeterminación... Me llama poderosamente la atención oír a Rajoy decir que no permitirá que la soberanía de los españoles se vea en entredicho ante una posible independencia de Cataluña. Me reiría sino fuese por la tristeza y la necedad intelectual que encierran esas palabras. La soberanía de los españoles la pone el propio Rajoy en entredicho absolutamente todos los días cuando se la vende, cachito a cachito, al Fondo Monetario Internacional, a Merkel y a la Unión Europea. La soberanía de los españoles la pusieron en entredicho el PP y el PSOE cuando decidieron reformar la Constitución (esa cuya integridad tanto se precia Rajoy de defender) sin contar con la opinión del pueblo.

Desde luego, ante este panorama no me extraña que haya quienes se quieran independizar. Personalmente, la independencia es un sentimiento que no comparto, por razones puramente sentimentales e históricas. Pero lo entiendo, por eso entiendo y apoyo el derecho a decidir, igual que lo hace Podemos. Soy de quienes piensan que el sentimiento independentista que comparten tantos vascos, catalanes y de otras tierras se deben más al rechazo frontal a un Estado y unas élites políticas corruptas y encantadas de serlo. Creo que no hay mayor fábrica de independentismo que la sede del PP en Génova y las portadas de La Razón

No obstante, por supuesto, respeto el sentimiento de quien de verdad desee la independencia y abogue por el derecho a decidir. Pero el derecho a decidir debe ir mucho más allá del derecho que tiene un territorio a votar si quiere seguir formando parte o no de un Estado. El derecho a decidir de los ciudadanos debe abarcar todos los aspectos de la vida pública. Así, los ciudadanos y ciudadanas debemos poder decidir en qué queremos que las élites políticas (tanto las catalanas como las del resto de España) inviertan nuestros impuestos (ya que los pagamos nosotros), debemos poder decidir qué hacemos con nuestro ejército (si queremos o no que combata en guerras que favorezcan los intereses de las potencias imperialistas), debemos poder decidir si queremos una sanidad y una educación universales, públicas y gratuitas; las mujeres deben, por supuesto, poder decidir qué hacer con su propio cuerpo y si desean o no ser madres y en qué condiciones desean hacerlo. Es muy curioso que hayan quienes se empeñen en defender los derechos de los nonatos mientras se dedican a destruir los derechos de quienes ya estamos aquí. De igual modo que las ciudadanas y los ciudadanos tenemos derecho a exigir una banca pública que garantice que el crédito pueda llegar a la gente y que ponga coto a los inmorales desmanes de las élites financieras.

Todo eso es Podemos. Y todo lo que ha de venir después (la instauración de una república que reconozca nuestra realidad plurinacional, la ruptura paulatina con las formas de opresión capitalistas, etc.) es algo que debe ir llegando e incorporándose poco a poco. Primero ganemos la guerra, después haremos la revolución. Y esto no es la guerra, es sólo una batalla. Y debemos ganarla. ¡Podemos y debemos ganarla!



P.D.: Este es un texto escrito desde la urgencia y de cabeza, así que ruego me disculpéis las faltas, si las hubiere, o todo aquello que podáis echar en falta. Aclaro que estas palabras representan única y exclusivamente mi opinión. No hablo en nombre de Podemos sino de mí mismo. 

miércoles, 13 de febrero de 2013

Vergüenza


Por Adrián Darío Herreros de Perinat
Licenciado en Historia por la Universidad de Valencia

A mi padre, Darío Herreros Rueda



Se diría que la foto que se muestra sobre estas líneas es un montaje, un chiste quizás.

Lo parece ¿verdad? Pues no lo es.

Probablemente, muchos de vosotros pensaréis que la imagen que da la foto es una vergüenza. Es una vergüenza que el presidente del Gobierno no se atreva a comparecer ante los medios y lo haga escondiéndose tras una pantalla. 

Yo, en cambio, diría que eso es precisamente lo que falta en esta foto: vergüenza. Como ya he dicho, en la foto, en el lugar que debería ocupar el presidente del Gobierno de España hay una pantalla que emite su imagen. Eso nos da a entender perfectamente a los ciudadanos la clase de mandatario que tenemos. Un tipo que no tiene ningún asomo de vergüenza. Un tipo que se sabe tocado y hundido y no tiene agallas para dar la cara. Un cobarde, por no atreverse a salir y exponerse ante unos ciudadanos a los que, se supone, representa; un mentiroso, por haber estado negando siempre la verdad (“Es falso. Nunca, nunca he recibido ni repartido dinero negro”, “No voy a tocar la Sanidad nila Educación, esas son mis líneas rojas”, “No pienso dar un solo euro de dinero público a la Banca”…); un ladrón, pues ha estado apropiándose de dinero público para él y sus paniaguados durante años; un estafador, por prometer primero, para ganarse el voto y la confianza de millones de (crédulas) personas, y luego hacer exactamente todo lo contrario; y un cobarde, por esconderse, literalmente,  tras una pantalla cuando estalla la bomba.

Pues tengo otra mala noticia para usted, señor Rajoy: ha empezado usted a cavar su tumba (política). Ha enterrado usted la escasa credibilidad que todavía podía tener (si es que aún le quedaba alguna; yo, desde luego, no le creí nunca). Como presidente del Gobierno de España, ha enterrado usted todos los valores que se le suponen a la persona que ocupa tal dignidad. Si, al menos, fuese usted un poco listo… Pero ni si quiera eso. Ande, váyase a jugar con sus hilillos de plastilina[1] y déjenos en paz.

Los ciudadanos no le van a perdonar todo esto. O no deberían perdonárselo. Este es el principio de su fin (político). Sea como fuere, los ciudadanos ya no tenemos nada que perder, ya nos han despojado, usted y su Gobierno, de todos nuestros derechos (Sanidad universal, Educación universal… ¡Nos ha quitado hasta nuestro derecho a la Justicia!)

Existe una creencia en la sociedad, convenientemente extendida y azuzada por el conservadurismo político y mediático, según la cual la democracia consiste simplemente en el respeto a las leyes vigentes.

Eso es, sencillamente, absurdo. Si la democracia se redujera simplemente a eso, los negros en Estados Unidos seguirían estando obligados a sentarse únicamente en la parte de atrás de los autobuses, como pasaba hasta hace 60 años; o peor aún, seguirían siendo esclavos de los blancos, como, de hecho, sucedió hasta 1863. Si la democracia se redujese únicamente al respeto de la ley, la India seguiría siendo hoy una colonia británica. Si la democracia tan sólo consistiese en la obediencia a las leyes, señoras y señores, los blancos aún seguirían discriminando y segregando a los negros en Sudáfrica.

Me parece una perogrullada tener que decir esto, pero lo voy a hacer porque quiero que quede claro: la democracia (del griego δημο, pueblo y κρατία, poder) se define, única y exclusivamente, como aquella forma de gobierno en la cual el poder de decisión de una comunidad reside en el pueblo que la forma. Eso y no otra cosa es la democracia, que a ninguno le convenzan de otra cosa.

John Locke, que no era nada parecido a un comunista sino uno de los padres del liberalismo político, afirma en su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil que si un gobernante no cumple la tarea para la que ha sido elegido, el pueblo tiene derecho a derrocarlo y cambiarlo por otro o, si lo considera necesario, darse a sí mismo otras leyes u otra forma de gobierno distinta. Un principio que, dicho sea de paso, también aparece recogido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas.[2] Esto es algo completamente razonable: si yo te voto para que tú cumplas lo que has prometido y tú luego no lo haces, te vas. Te vas, porque me has mentido. Ese principio debería estar explícitamente reconocido en cualquier constitución que se llame democrática: el derecho del pueblo a revocar a sus dirigentes.

La Historia demuestra que los derechos no nos son concedidos sino que son los pueblos quienes deben conquistarlos por sí mismos. Si las mujeres no se hubieran movilizado no habrían obtenido su derecho al voto en multitud de países, como en Estados Unidos en 1917 o Inglaterra inmediatamente después, tras la Gran Guerra. En el Reino Unido, fuertes movilizaciones populares dieron lugar a las reformas de 1867 y 1883, las cuales supusieron que se cuadruplicara prácticamente el número de electores, que ascendió del 8 al 29 % de los varones de más de 20 años. Por su parte, Bélgica democratizó el sistema de voto en 1894 a raíz de una huelga general realizada para conseguir esa reforma (el incremento supuso pasar de 3,9 al 37,3% del voto masculino). En Finlandia, la revolución de 1905 conllevó la instauración de una democracia singularmente amplia (el 76% de los adultos varones). En Suecia el electorado se duplicó en 1908 igualando su número con el de Noruega. En suma, quiere decirse que, si hubieran respetado las leyes vigentes en su momento y no se hubieran rebelado, las clases medias y bajas no habrían podido entrar en política en los países occidentales hoy llamados democráticos. Más aún, si en 1789 no hubiera ejercido su legítimo derecho a la rebelión, el pueblo francés quizás hubiera vivido mucho más tiempo bajo el yugo del régimen señorial (el llamado Ancien Régime, el Antiguo Régimen). E igual que ellos estaríamos nosotros y el resto de Europa. 

Las connotaciones de la palabra democracia han sido muy cambiantes a lo largo de la Historia. La sola mención de ésta sembró el terror en las élites hasta bien entrado el siglo XX. Así, en el siglo XIX el liberalismo asociaba la democracia con la algarabía, la hecatombe y el desastre. La democracia se identificaba entonces con el despotismo de la turba enfurecida, encarnada en el jacobinismo y la muchedumbre de los sans-culotte. Se pensaba que la democracia supondría el fin de la ley bajo el gobierno de los no propietarios. 

En la transición al capitalismo, en primer lugar se precisaba imponer una nueva legalidad a los grupos sociales reacios al nuevo orden. Lo que antes era un derecho divino o real (“yo soy propietario de estas tierras porque soy su señor y en ellas impongo mi ley”), ahora es un derecho legal (“yo soy propietario de estas tierras porque he pagado por ellas y la ley me las concede”). Así, la definición de democracia se reduce al respeto y protección de la propiedad privada, sobre todo de los grandes propietarios. 

Luego la cosa fue cambiando y la democracia pasó a concebirse como “el gobierno de las mayorías”. Unas mayorías a las que había que proteger. Así, a partir de finales de la Segunda Guerra Mundial, se concebía el Estado como un ente que debía velar por el bienestar de sus ciudadanos durante toda su vida. Llegaron así los sistemas de Seguridad Social y todo aquello que conforma lo que conocemos como el Estado de Bienestar, cuyo desmantelamiento comenzó ya en los años 80 con las políticas de desguace del Estado llevadas a cabo por Gobiernos de Reagan y Tatcher en Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente. Sin olvidar el Chile de Pinochet, el país donde probablemente el neoliberalismo económico se ha practicado en su máxima crudeza.  

Volviendo a nuestro presente, el actual Gobierno del Partido Popular está haciendo exactamente eso: acabar con nuestro Estado de Bienestar con la excusa de sacarnos de la crisis económica.[3] Puede que lo haga muy poco a poco,[4] pero eso es lo que está haciendo. Dicen que somos nosotros mismos, los ciudadanos, quienes tenemos la culpa de estar como estamos.[5] Nos piden sacrificios, “que nos apretemos el cinturón”.[6] Dicen que “los recortes son necesarios”, que “no hay otro camino posible”.[7] Todo eso mientras los políticos se llenan los bolsillos a reventar, tal y como ahora mismo se está demostrando.

Privatizan la Sanidad, entregando su gestión a empresas privadas que ganan dinero a costa de nuestra salud. Cerrarán, directamente, hospitales o unidades de atención a pacientes con enfermedades graves porque a la empresa de turno no les resultan rentables. Ante lo cual, la Sanidad dejará de ser accesible a todo aquel que no pueda pagársela.

Dirán que esto no es así, que cualquiera puede y podrá seguir siendo atendido por el sistema sanitario en todo momento. Pero no es verdad. Que se lo pregunten, sino, a todos esos habitantes de los pueblos castellano-manchegos cuyas urgencias nocturnas pretende cerrar el Gobierno de María Dolores de Cospedal, condenando así a varios cientos de personas a morir por no poder recibir la atención médica necesaria. Que se lo digan a todas las enfermeras y enfermeros que en los hospitales madrileños[8] se quejan de no poder atender a los pacientes como es debido a causa de la falta de personal. ¿Por qué esa falta de personal? Muy fácil: la empresa contrata a menos profesionales para así ahorrar costes. Y así pasará con todo: la Sanidad dejará de atender a enfermos si no le son rentables, si ello no le proporciona ganancias. Se quiebra así un derecho tan básico como la Sanidad universal y gratuita. Un derecho que, se supone, garantiza la Constitución Española de 1978.  

Otro tanto sucede con la Educación o con las famosas tasas judiciales, que acaban con el acceso igualitario de los ciudadanos a la Justicia. Eso sí, el ministro Ruiz-Gallardón se ha echado un poco para atrás y ha ya ha dicho que habrá determinados grupos, como los minusválidos o las mujeres maltratadas, quedarán exentos de cualquier tipo de pago y que algunas tasas se suprimirán ose rebajarán. Vaya, gracias, señor ministro. Sí que es usted majete… No, qué va. En realidad, esto es una variante de las famosas Diez estrategias de manipulación mediática enunciadas por el prestigioso lingüista e intelectual estadounidense Noam Chomsky: una medida siempre es más fácil de aceptar por la ciudadanía si primero la anunciamos fríamente y luego limitamos un poco su alcance: “¡Vaya, van a cobrarme una tasa por querer recurrir una multa!”, “¡Oh, si me quiero divorciar voy a tener que pagar una tasa!”… “¡Ah, bueno, pero si soy minusválido o mujer embarazada me saldrá gratis! ¡Entonces genial, no hay problema!”.

Los recortes en política social llevados a cabo por el Gobierno del Partido Popular matan a la gente. Está claro que no es el propio Rajoy el que mata con sus propias manos, no es él quien empuja a quienes, desesperados, terminan suicidándose por no poder pagar su casa. Pero él es el primer responsable de que todo esto suceda. Es responsable por no dotar al sistema sanitario de los recursos necesarios para atender a los enfermos. Él es el responsable de todos esos suicidios, pues, pudiendo impulsar una ley por la dación en pago, no lo hace. Él es el responsable de que seamos uno de los países de Europa con mayores tasas de abandono escolar. Y es que, como quedó magníficamente demostrado en la edición del primer programa de la nueva temporada de Salvados,[9] el sistema educativo español es manifiestamente deficiente y mejorable.  


Con independencia de si se está de acuerdo con él o no, Karl Marx ha sido el principal teórico de las clases sociales. Esto de las “clases sociales” es algo que a muchos les suena antiguo, desfasado, pasado de moda, quizás. Esta también es una teoría muy convenientemente azuzada por los gobiernos, las instituciones financieras, el neoliberalismo, en definitiva. Y mucha gente se lo cree, mucha gente piensa que las clases sociales ya han dejado de existir.

Pero ¿esto es realmente así? Por ejemplo, ¿los estudiantes de Secundaria que estos días han hecho huelga están a la misma altura que, por ejemplo, Rodrigo Rato o la duquesa de Alba? ¿Están esos mismos estudiantes a igual nivel que los hijos de los ministros, que son enviados a colegios de pago o universidades privadas? ¿Quiénes acudimos a la Sanidad Pública, a la que cada vez se le proporcionan menos medios para atender a los pacientes, estamos al mismo nivel que el rey de España cuando va a operarse a la Clínica Ruber Internacional?

Repetimos entonces la pregunta: ¿Ya no hay clases sociales? ¿En serio? Yo creo que sí. Es más, creo que la distancia que separa unas de otras cada vez es mayor. Es más, los datos demuestran que dentro de los propios países la brecha entre ricos y pobres va en aumento.[10]

El marxismo define al Estado como una “comisión que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa”. Quiere decirse que los dirigentes del Estado elaboran las leyes atendiendo a que estas sirvan para proteger los privilegios de las clases altas (llámense burguesía, llámense empresariado). Por eso, al menos a veces, es una tontería reducir la definición de democracia al respeto a la ley: porque una democracia no es tal si no defiende, asegura y protege los derechos de las personas.

Ahora que cunde el desánimo, que parece que nada tiene arreglo ya, es frecuente escuchar a gente que dice eso de “yo ya no creo ni en la derecha ni en la izquierda, fueron los socialistas los que nos trajeron a esta situación y ahora la derecha está afianzando lo que la izquierda empezó.” Así, es frecuente identificar al PSOE como un partido de izquierdas, ellos mismos se venden así. Y claro, siendo de izquierdas, no se entiende cómo los socialistas pudieron comenzar la política de recortes que nos ha traído hasta aquí. La respuesta es muy simple: los socialistas no son de izquierdas. Ni siquiera son socialistas, sino socio-liberales.

Marx y Engels fueron los primeros en analizar, de forma seria y sistemática, el modo de proceder del capitalismo: la burguesía (o el empresariado) ha sustituido las libertades políticas por la libertad de comercio, bajando los precios cuando es necesario con tal de eliminar la competencia. El empresariado ha tomado las riendas del Estado y lo ha convertido en guardián de sus propios intereses.

El marxismo denomina “fuerza productiva” a cualquier instrumento mediante el que aplicamos nuestro trabajo para después poder vivir. Como ejemplo, un buey sería la fuerza productiva del labrador de hace muchos años o un ordenador sería la fuerza productiva de un informático en la actualidad. Para Marx y Engels, la propia fuerza de trabajo humana es una fuerza productiva. Pero esas fuerzas productivas siempre vienen acompañadas de ciertas “relaciones sociales”, entendidas por Marx como “relaciones entre clases sociales”. Para Marx, como sabemos, había dos clases sociales antagonistas: la burguesía, dueña y señora de los medios de producción, y el proletariado, que aporta la fuerza productiva mencionada anteriormente. Así, las fuerzas productivas y los medios de producción se relacionan entre sí dentro de lo que el marxismo califica como “relaciones de producción”.

Pero llega un momento en que las fuerzas productivas crecen y no pueden ser absorbidas por las relaciones de producción existentes en cada momento. Es entonces cuando entramos en una dinámica de lucha de clases, entendiendo como clase a un grupo de personas que tienen conciencia de ocupar una misma situación dentro de un modo de producción determinado.

Eso es el socialismo: la toma de control de los medios de producción por parte de la sociedad organizada para lograr una sociedad igualitaria, sin clases sociales.

Pues bien, a partir de la II Guerra Mundial, el socialismo europeo se reformuló, eliminando de su teoría el concepto de “lucha de clases”. El PSOE tardó un poco más en hacer esto. Hubo que esperar hasta poco antes de la llegada de Felipe González al Gobierno en 1982. Para liderar el PSOE, González puso como condición precisamente eso: que el partido debía renunciar al marxismo. Y así sucedió. El socialismo, desde ahora vaciado de su componente marxista, dejó de ser tal para convertirse en socialdemocracia. La socialdemocracia y el conservadurismo político pasaron a definirse entonces de la siguiente manera: la socialdemocracia se comprometía a preservar, más o menos, el Estado de Bienestar siempre que ello no supusiese una modificación de la estructura del sistema ni una merma de sus privilegios. Por su parte, el conservadurismo político pretende desmantelar, poco a poco y en silencio, el Estado de Bienestar, siempre que ello no provoque la ruptura del orden social, al menos no hasta un punto en que el Estado ya no pueda controlar la situación.

Pero desde los años 80 y 90, con la caída de la Unión Soviética, la izquierda en general, y la socialdemocracia en particular, en vez de redefinir sus postulados decidió asumir los de la derecha conservadora; esto es, privatización de los servicios públicos, libertad económica para las grandes empresas… Y, desde entonces, la socialdemocracia ha pasado a convertirse en socioliberalismo. Y eso es el PSOE, ni más ni menos. Por eso hay quienes piensan que los postulados de la izquierda, a la cual identifican con el PSOE, ya no son viables para la situación en la que vivimos. Pero no es así, el PSOE hace mucho que dejó de ser la izquierda. Así, la izquierda debe replantearse su esencia y volver a ser lo que era.

Los sociólogos avisan de que la ciudadanía está perdiendo poco a poco su confianza en la democracia al ver que esta no funciona. Temen, quizás, que esa misma ciudadanía vuelva a inclinarse, otra vez, por soluciones autoritarias.

¡NO! Ese no es el camino. Ante la pérdida de calidad de nuestra democracia lo que hay que hacer es reivindicar ¡más democracia! Si la democracia española ha perdido legitimidad, se hace urgente un nuevo proceso constituyente impulsado desde abajo por nosotros, los ciudadanos, que promueva una profunda reforma del Estado y una nueva constitución verdaderamente democrática que garantice y haga cumplir nuestros derechos y libertades.

Como sabemos, en julio de 1789 estalló la Revolución Francesa. Poco antes, Luis XVI había convocado a los Estados Generales, que no eran sino la reunión de los tres estamentos del Antiguo Régimen.[11] Es decir, las cortes de la monarquía, que no se convocaban desde… ¡1614! (Y es que el rey tenía la potestad de convocarlas sólo cuando él quisiera, sin ningún tipo de periodicidad). 

Entre tanto, en todos los pueblos de cada departamento francés se elaboraron los cahiers de doléances (cuadernos de quejas) unas encuestas en las que los tres estamentos reflexionaron sobre cuáles creían que eran los principales problemas del país. Finalmente, un amplio resumen de ellos fue leído en la convocatoria de los Estados Generales. No me digáis que no os llama la atención: en 1789, las cortes monárquicas francesas se dignaron, al menos, a escuchar los lamentos del pueblo. En la España de hoy, el Partido Popular pretendía vetar la posibilidad de debatir en el Congreso una Iniciativa Legislativa Popular por la dación en pago. Ahora ha reculado y dice que permitirá la celebración del debate, pero todos sabemos que no aprobará la iniciativa.

Volviendo a la Francia de 1789, cuando las peticiones del pueblo llano fueron acalladas por las cortes de la monarquía, el Tercer Estado las abandonó y se constituyó en una Asamblea Nacional, jurando no separarse hasta dar a Francia una Constitución.

El campesinado, el pueblo llano, vivía constantemente atemorizado por la arbitrariedad del Régimen, vivía con miedo a ser tratado de forma injusta, a ser juzgado según un modelo injusto, a vivir según la voluntad del señor al que está sirviendo… Ese temor fue cultivado y alimentado durante siglos. Y fue el estallido de ese miedo estalla lo que provocó la Revolución.  

Y yo pregunto ¿Cuándo, sino ahora, en el siglo XXI, será el momento de reavivar la revolución? ¿Qué más tenemos que esperar que suceda para estallar? ¿Cuándo nos separaremos los ciudadanos de este régimen agotado y corrupto para fundar un sistema más igualitario y verdaderamente humano?

Hace poco escuché el caso de unchico de 30 años, uno de tantos, al que le van a desahuciar de su casa por no poder pagar el alquiler. Ernesto, que así se llama, no puede pagar el alquiler porque tiene una discapacidad del 55% debido a un accidente laboral. Además, está pendiente de una transfusión de sangre, ya que sufre de leucemia. El cabildo de Gran Canaria está enterado de su situación, pero no le ofrecen ninguna solución a su problema.

Leo también que la Generalitat Valenciana ha reducido hasta en un 60% las ayudas dela Ley de Dependencia, por lo que madres como Carmen Cañabete, que tiene a su cargo a dos hijos con síndrome de Down, ha pasado de percibir 807 euros mensuales a sólo 20. Además, Carmen está en el paro.

¿Cuántos casos más como estos necesitamos que se produzcan para reaccionar? ¿Cuánto más vamos a ser capaces de estirar nuestra paciencia? ¿Cuántas personas más se suicidarán por no poder pagar su casa antes de que nosotros hagamos algo?

Y digo nosotros porque está claro que ellos no van a hacer nada. Porque ellos son los culpables. Son ellos quienes deben pagar. Es con ellos con quienes debemos romper.

Ya no podemos pretender una simple reforma del Estado. Debemos refundar el Estado sobre la base de la igualdad social, económica y política. Y debemos salir de este sistema que nos oprime. Sí, me refiero al capitalismo. Parece la misma cantinela antisistema de siempre, lo sé. Pero hoy, más que nunca, esa cantinela real. El capitalismo es un sistema basado en la riqueza de unos pocos gracias al sufrimiento de muchos. Y con el “sufrimiento de muchos” no me refiero ya sólo a los países del Tercer Mundo, a lo que llaman Sur, no. ¡Me refiero a nosotros mismos! ¡La pobreza y la desigualdad es algo que YA estamos viviendo a las puertas de nuestra propia casa![12] ¡Es una miseria que vemos a diario!

Por eso no es posible seguir en este sistema. ¿Cuál es la alternativa? No lo sé, no soy un gurú ni un adivino. Pero debemos encontrarla y ponernos a construirla juntos. Debemos empezar por romper con las instituciones financieras internacionales, que son las que verdaderamente gobiernan el mundo (a ellos me refiero cuando hablo de ellos: al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al Banco Central Europeo). Son ellos quienes controlan la marcha de la economía-mundo. Y eso es algo muy peligroso, pues se trata de instituciones que no están sujetas a ningún tipo de control mínimamente democrático. ¡No los controlamos y, sin embargo, son los que mandan! Son quienes ponen precio a las materias primas, quienes dictan las políticas económicas que deben seguir los países en los que vivimos…

Si queremos un mundo más justo e igualitario, no podemos permitirnos seguir estando a su merced. Es así de simple.

Debemos recurrir a la resistencia activa y a la participación y la democracia directas. Y sí, se puede conseguir. Cada vez que organizaciones como STOP Desahucios logra evitar que echen de su casa a una persona, es una pequeña victoria contra el sistema.

Hasta los años 70 del siglo XX la industrialización permaneció más o menos confinada dentro de las naciones. Hoy en día, más que nunca, las multinacionales gobiernan el mundo, son capaces de forzar a los gobiernos estatales a tomar medidas que afectan directamente a cientos de millones de personas. Las economías nacionales penden del hilo que sujetan tres o cuatro agencias de calificación situadas en sus antípodas. En un mundo ya completamente globalizado, el papel del Estado está quedando reducido a su mínima expresión.

Por eso digo que no debemos reformar el Estado, sino refundarlo. Y cuál sea la forma en que se organice el Estado es algo que deben decidir los pueblos, los ciudadanos, pues son ellos, y sólo ellos, quienes tienen el derecho a decidir de qué forma quieren organizarse para vivir. Si queremos salir adelante, parece necesario replantearse nuestra forma de vivir. Quizá sea la hora de impulsar formas de trabajo como el cooperativismo. Quizá sea el momento de forzar la creación de una banca pública, ética y social; impulsar una sociedad lo más autogestionaria posible… En fin, se hace obligatorio encontrar una nueva forma de organizarnos como sociedad.

Pues bien, en ello estamos, señor Rajoy. Y lo vamos a lograr. Y esta vez no habrá pantalla que le pueda proteger.



Bibliografía

Chomsky, Noam Obra esencial, Crítica, Barcelona 2002
Hobsbawm, Eric J. La era de la revolución, Crítica, Barcelona 2003
Judt, Tony, Postguerra, una Historia de Europa desde 1945 Taurus, Madrid, 2008
Klein, Naomi La Doctrina del Shock Paidós Ibérica, Barcelona, 2007. 
Marx, Karl; Engels, Friedrich Manifiesto Comunista Público, Madrid, 2009.  





[1] ¿Alguien se acuerda del desastre del Prestige y los famosos “hilillos de plastilina”? Una expresión un tanto infantil, ¿no? Quinta Estrategia de manipulación mediática: dirigirse al público en un tono infantil. Cuanto más quiere intentar engañar al público, más se tiende a utilizar un lenguaje infantil, fácil. La razón es que así la persona receptora del mensaje es más fácil de sugestionar. 
[2]Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” Preámbulo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
[3] Segunda Estrategia de manipulación mediática: crear problemas para, después, ofrecer soluciones. Así, se crea un problema, una situación prevista para causar una determinada reacción en el público a fin de que este mismo sea el demandante de las medidas que se desean hacer aceptar. Por ejemplo, crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y/o el desmantelamiento de los servicios públicos. 
[4] Tercera Estrategia de manipulación mediática: para hacer que se acepte una medida a priori inaceptable se aplica la “estrategia de la gradualidad”, es decir, ésta se aplica poco a poco, año tras año. Así, la oposición a la misma es menor.
[5] Novena Estrategia de manipulación mediática: reforzar la autoculpabilidad. Hacer creer al individuo que sólo y únicamente él es el culpable de la situación que está padeciendo. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se culpa a sí mismo de lo que sucede. Esto genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y sin acción no hay revolución.
[6] Curiosamente,  todo esto me trae a la mente aquellas famosas palabras que Gerardo Díaz-Ferrán, ex presidente de la CEOE, dijo hace no mucho tiempo: “Sólo se puede salir de la crisis trabajando más y, desgraciadamente, cobrando menos” (14/10/2010) citado por diversos medios de comunicación.
[7] Cuarta Estrategia de manipulación mediática: la “estrategia de diferir”. Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular consiste en presentarla como dolorosa y necesaria siendo así más fácil obtener la aceptación pública.
[8] Como la Fundación Jiménez Díaz, que está a cargo de la empresa Capio Salud. Esta compañía, de hecho, se define a sí misma como el “operador sanitario líder en España”, con “más de 20 hospitales y centros de salud, más de 1.500 camas en cuatro autonomías, y 6.500 empleados”. Con una facturación de 570 millones de euros en 2011, el 25% de sus ingresos procede de la sanidad privada a través de las grandes aseguradoras del sector como Adeslas, Mapfre y Sanitas. Pero el 75% lo obtiene de la sanidad pública, “gestionada por gobiernos regionales con los que Capio tiene contratos a largo plazo de entre 10 y 30 años”. Fuente: “Sanidad, ese oscuro objeto de deseo”, ElDiario.es, 01/06/2012.
[9] Salvados. Cuestión de educación, laSexta, 03/12/2013.
[10] Como dato curioso, tomemos como ejemplo el índice de Gini, que mide la distancia entre ricos y pobres dentro de un mismo país. Este índice para un país rico y desarrollado como Estados Unidos era, en el año 2005, de un 0’469 (ocupando el puesto 108). Suecia tiene un 0’250, situándose como el tercer país con mejor distribución de la riqueza del mundo. El índice se mide entre 0 y 1. Cuanto menor es el índice, mejor es la distribución. España ocupaba entonces el puesto 41 con un 0’347. Fuente: Informe del Programa de la Organización Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2005). Siento no haber encontrado un informe más reciente.
[11] Durante el llamado Antiguo Régimen, la sociedad europea se dividía en tres estamentos básicos, a saber: el pueblo llano, conocido en Francia como Tiers État (Tercer Estado) y en España como “Estado general”, el clero y la nobleza.
[12] Sólo entre 2009 y 2010 aumentó en 1,1 millones el número de personas pobres en España. “Derecho a desobedecer”, Juan Torres López (Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla) Público.es, 17/07/2012.