martes, 15 de julio de 2008

Anábasis de Alejandro Magno. III Parte

Estatua de la diosa Atenea. Copia romana del original griego. (Museo del Louvre)


Siento mucho no respetar, o mejor dicho, pasar olímpicamente, de las fechas de publicación sobre la Anábasis que os he ido dando. Dado que no he recibido queja alguna he de suponer que me perdonáis por mis retrasos o que este blog lo leen cuatro gatos, cosa que es más plausible... Pero aunque sean cuatro gatos, son ¡cuatro gatos fieles!

En cualquier caso, yo no decaigo en mi empeño de escribir, porque sé que mi voz alguna vez será escuchada...


Bueno, sin más divagaciones, aquí os dejo con la tercera entrega de la obra de Arriano...


Anábasis de Alejandro Magno


Sigue desde: [...] los mercenarios griegos que habían luchado contra él en el bando persa.

Como ofrenda a Atenea, la diosa protectora de Atenas, envió Alejandro a la ciudad 300 armaduras persas completas.

Alejandro nombró sátrapa de la región a Calas y ordenó que todos los atributos que antes se destinaban a Darío ahora se le rindieran a él. De igual manera eximió de inculpación a los habitantes de Celía, pues supo que habían combatido en su contra obligados por los persas.

Los habitantes de Sardes entregaron a Alejandro su ciudad sin contemplaciones.

Acampó después Alejandro a orillas del río Hemo y tomó bajo su tutela a Miltrene, una ciudad próxima, permitiéndoles seguir rigiéndose bajo sus propias leyes.

Cayó de pronto un gran aguacero, señal que Alejandro interpretó como que era allí, en Éfeso, lugar donde se encontraba ahora, donde debía construir un templo a Zeus Olímpico. Y así lo hizo.

Una vez conquistado Éfeso, Alejandro disolvió el régimen oligárquico persa y restauró la democracia. Tras verse libres del yugo oligárquico, los efesios comenzaron a degollar a los opresores persas. Alejandro dio fin al baño de sangre y puso paz entre las dos facciones, razón por la cual el macedonio comenzó a granjearse buena fama entre la gente.

Posteriormente, las ciudades de Magensia y Trales también le fueron entregadas a Alejandro sin ningún esfuerzo.

Dejó Alejandro Éfeso y se dirigió hacia Mileto. La flota de Alejandro, comandada por Nicanor, arribó a las costas milesias un poco antes que la persa. Parmenión aconsejó a Alejandro presentar batalla inmediata, puesto que, según decía, había recibido un augurio que pronosticaba la más que probable victoria de los macedonios. Pero tampoco esta vez Alejandro hizo caso a su Compañero y no presentó batalla por mar sino por tierra.

En pleno asedio de Mileto, Glaucipo, uno de los ciudadanos de mayor importancia de la ciudad, fue a ver a Alejandro y le dijo que los milesios dejarían entrar en su ciudad a macedonios y persas con tal que el caudillo Mardonio levantara su asedio sobre Mileto. Pero Alejandro contestó que no, que tomaría Mileto tras asediarlo. Y así lo hizo.

Más tarde los persas trataron de entrar en Mileto, ya tomada por las tropas de Alejandro, pero fueron rechazadas por las mismas. Aunque los persas intentaron un ataque fugaz contra la flota macedonia, mas Alejandro fue más rápido y la disolvió a tiempo.

Se dirigió entonces Alejandro hacia Licia y Panfilia, tomando por el camino la fortaleza de Hiparna.

Le llegó entonces la noticia de que otro Alejandro, uno de los Compañeros, hijo de Aérope, tramaba una conjura contra él. Así el de Aérope fue llevado ante el caudillo macedonio y puesto bajo arresto.




A estas alturas no os voy a dar una fecha exacta de la publicación de la siguiente, mas os aseguro que será antes del mes de septiembre, porque yo siempre escribo, al menos, un artículo por mes ahora en verano.


¡Feliz verano para todos!