domingo, 26 de abril de 2009

Fobia

Este fin de semana ha sido agotador... Para mí comenzó el jueves puesto que el viernes no tuve clase. Salí el jueves, el viernes y el sábado. Los tres días, seguidos, y hasta las tantas; cosa que hago muy pocas veces. Pero la verdad es que, aunque estoy algo cansado ¡me lo he pasado de maravilla! ¿Para qué negarlo? jajaja.

El viernes, en concreto, salí de marcha con mis amigos de toda la vida, como hacemos siempre que podemos, siempre que a unos les deja tiempo el curro y a otros, el estudio.

Estuvo bastante bien: estuve con los de siempre, vi a un par de conocidos que hacía tiempo que no veía y conocí a gente nueva, lo cual siempre es estupendo, porque te permite aprender más, comparar diferentes puntos de vista, descubrir si tienes (o no) cosas en común con otras personas...

Después de un rato haciendo el tonto, y de que mi hermanito Jose desapareciera "misteriosamente" con su chica, nuestros pasos nos encaminaron al Década Loca, un pub que hay por la zona de Cánovas, una de las zonas de marcha de Valencia. Yo salía y entraba del local bastante, porque llega un momento en que no puedo soportar tanto chunda-chunda taladrándome los oídos...

Una de las veces que estaba fuera, en la puerta, me quedé conversando con Toni, uno de los del grupo. Él decía que era franquista, pero que respetaba todas las sensibilidades, y yo le contestaba que yo no lo soy. Me da rabia ver cómo hay chavales hoy en día que se declaran franquistas. Son gente que no ha vivido una guerra, una posguerra, y una férrea dictadura de casi 40 años. No saben lo que dicen, no pueden saberlo, no se imaginan lo que verdaderamente significa todo aquello.

A pesar de todo he de decir que, aunque no comparta su ideología, Toni me pareció muy buen tipo. El caso es que, tras unos minutos, sucedió algo sorprendente: el portero del local salió del ensimismamiento en el que parece que están sumidos siempre todos los de su gremio y decidió sumarse a nuestra entretenida conversación haciéndonos un rápido resumen de lo que, según él, era la caótica y deprimente realidad social española.

Su análisis fue el siguiente: "¡España es una mierda! Cada vez vienen más negros a quitarnos el trabajo. Al puto Zapatero de los cojones le van a dar por donde yo te diga. ¡Hay que joderse! Claro, ahora como permite que dos hombres se casen, adopten y se den por el culo, luego eso los chavales lo ven normal y lo imitan".

Que estas lindezas las suelte un chaval sin estudios (él dijo que no tenía estudios) no es algo que sorprenda, es lógico, y lo siento mucho por él. El mayor problema es que, la percepción de la homosexualidad como algo que se transmite mediante la copia o imiación de unas personas a otras es una teoría que mantienen bastantes personas, que se presuponen cultas, y que se denominan a sí mismos expertos. Eso es lo más grave: ¡Que gente con estudios asegure que tales estupideces son ciertas es lo que me da miedo! Porque hay gente, como el portero, que las oye ¡y se las cree!

Si se dice que la homosexualidad es algo que se puede transmitir mediante la copia o imitación de unas personas a otras, también se podría decir que la heterosexualidad es algo que se puede transmitir mediante la copia o el imitación de unas personas a otras. Pero tales afirmaciones son tan estúpidas que se caen por sí solas. Dejando aparte que nunca han sido probadas científicamente, hay que decir que, que yo sepa, los homosexuales, al menos los que yo conozco, no tienen esa orientación sexual porque la hayan copiado o imitado de su padres.

¡Basta ya! La homosexualidad no es, ni mucho menos, una nueva moda, no es una enfermedad y por supuesto, no es la consecuencia de un desorden mental o de la imitación de un comportamiento determinado. La homosexualidad es una orientación sexual que se ha dado, y se dará, a lo largo de toda la Historia. Igual que lo son la heterosexualidad o la bisexualidad. Porque la orientación sexual se da en cada persona de manera natural y aleatoria.

En la Antigüedad, por ejemplo, la bisexualidad estaba bien vista. En la cultura egipcia era así. En la Grecia imperial, es por todos conocido que el famoso Alejandro Magno y su buen amigo Hefestión eran amantes, y ambos estaban casados con mujeres. En Roma, del mismísimo Julio César se decía que era el hombre de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres. De esto hace hoy más de 2000 años. La sociedad ha tenido desde entonces bastante tiempo para superar estos prejuicios.

Según el diccionario de la RAE, homofobia: aversión obsesiva hacia las personas homosexuales. La propia palabra lo define a la perfección: homo: del griego ὁμο-: igual, y fobia: -φοβία: del griego: temor. Y es que los homófobos no lo son por convicción, sino por aversión, por temor; en definitiva, por miedo. Miedo a lo que no conocen, miedo a aquello con lo que no están acostumbrados a convivir.

Por ello, cabe suponer, y así lo espero yo, que tales prejuicios, como la homofobia, vayan despareciendo poco a poco.


P.D.: Votad en la encuesta de este mes que está arriba a la derecha, por favor :-)

lunes, 13 de abril de 2009

Guido Brunetti

Después de estar con una amiga, andaba yo hoy de vuelta para casa cuando pasé por La Casa del Libro. Me encanta ese lugar... Cada vez que entro se me van las horas ahí mirando libros. Y entro cada vez que paso por ahí; y, cada vez que paso por ahí, no salgo sin haber comprado algo... En fin, una perdición.

Hay muchas librerías en Valencia. Una de las más grandes es Soriano, aunque a mi no me gusta. No sé si será cierto (no lo creo) pero cada vez que entro ahí me da la sensación que es uno de esos sitios en los que, si te pasas más de cinco minutos mirando y sin comprar, te miran mal. (afortunadamente, yo no tengo tantos lectores como para que ahora la clientela de Soriano empezase a bajar..... jajajaja).

No sé por qué, pero la verdad es que yo prefiero La Casa del Libro. Tiene un ambiente más acogedor, los dependientes son (o parecen) majos, te puedes tomar tranquilamente un cafetito mientras lees... Y luego están las estanterías, verdes, repletas de libros (venas de papel con tinta por sangre, que los llamaría mi hermano Carlos).

Bueno, perdón, que me voy por los cerros de Úbeda (siempre me he preguntado de dónde vendrá esa frase). El caso es que estaba por la librería cuando me topé con el nuevo libro de la saga de Guido Brunetti, el meláncólico, culto y pragmático comisario de policía creado por Donna Leon.

Os pongo en antecedentes...

Donna Leon es una escritora yanqui afincada en Venecia desde hace unos 20 años y ha creado una saga literaria protagonizada por Guido (pronúnciese Güido) Brunetti.

El melancólico comisario Brunetti combate el crimen en su ciudad natal, Venecia, y sus alrededores. El hecho de que pueda atacar sólo hasta cierto punto la corrupción endémica del sistema, convierte al comisario Brunetti en un hombre muy cínico. Aun así él no ceja en su empeño y lo intenta una y otra vez.

No obstante, Brunetti encuentra consuelo en compañía de su mujer Paola, descendiente de una de las más antiguas familias venecianas, y de sus dos hijos, Raffi y Chiara. Paola enseña literatura inglesa en la universidad y, a pesar de su pasado familiar, tiene un pensamiento de izquierda. El calor doméstico de su familia contrasta con la corrupción y la crueldad que Brunetti encuentra en el trabajo. Luego tenemos al vicequestore Patta... ¿Sábeis ése tipo de jefe al que alguna vez habéis querido cantarle las cuarenta? Pues igualito. Inútil y egoísta, constantemente pone trabas a la tarea de Brunetti por cuestiones de intereses políticos.

Mientras vemos cómo el comisario va resolviendo sus casos, la autora va desgranando los entresijos de la sociedad italiana, con bastante humor, y muy negro, y la miserias de los que gobiernan.

Si os gusta la novela negra, ¡os engancharéis!
Si no os gusta, a partir de ahora ¡SÍ!

Así es que, su nueva novela, La otra cara de la verdad, la estaba esperando con más ganas que las que tiene Güiza de que le dejen tranquilito los de DEC (¡qué asco de programa!).

En fin, espero que me hagáis caso, ¡porque no os arrepentiréis!

P.D.: ¡Hay nueva encuesta!